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martes, 10 de enero de 2006

Ricky Martin y yo

Debí seguir mis instintos. Quité cable TV porque no soportaba la subjetividad de CNN a favor de la invasión a Irak ni a los noticieros locales presentando como la noticia de primera plana el que acribillaron a un infeliz en Guaynabo. Pero encendí la TV local y maldita sea. Ahí estaba Carlos Sánchez, ese troglodita enfermo de derecha que necesita una buena noche de sexo verdadero, porque nunca parece haberlo tenido, criticando a Ricky Martin porque éste dijo que le encanta el sexo salvaje.

El boricua dijo que le encanta el sexo fuerte, el sexo suave, el sexo en la bañera, halarle el pelo a su pareja, grabarse teniendo sexo y que si le ofrecen 20 millones de dólares libres de impuestos Ricky está dispuesto a grabar toda su vida sexual. La verdad que por 20 millones yo también. Es más, por 5 millones. Por tres. Por dos...¡qué diablos! Estoy dispuesto a hacerlo de gratis. Malditos sean los fariseos hipócritas como Carlos Sánchez y todos esos otros hipócritas encerrados en las cuatro paredes de sus iglesias gritándole a Dios con altoparlantes mientras en el país hay niños que pasan hambre. Si viniera Cristo se les metería con un látigo y los sacaría a fuete limpio. Por hipócritas. Porque en la oscuridad de sus cuartos disfrutan de todas esas maravillas sexuales que condenan a viva voz.

Carlos Sánchez es un hipócrita y un ser peligroso para la salud sexual y emocional de este país. Predica el reino de Dios que es sólo para él y los suyos, no para las Marías Magdalenas ni los Josés de Arimateas ni los que tienen lepra en el alma en el siglo 21. Maldito sea Carlos Sánchez y todos los que son como él. Fariseos hipócritas.

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