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lunes, 31 de julio de 2006

El Faro a Colón o el Faro al Africano

Edwin Vázquez de Jesús

El Faro a Colón es un monstruo de cemento en forma de cruz ubicado en Santo Domingo, República Dominicana. Construido por el fenecido Joaquín Balaguer, este faro emite rayos de luz tan potentes que en una noche clara se pueden observar desde Rincón, en la punta oeste de Puerto Rico, cuando lo encienden. El problema es que la República Dominicana tiene tantos problemas de suministro eléctrico que cuando encienden el faro dejan sin luz a las comunidades pobres circundantes. Total que casi nunca tienen luz.

Este monumento fue construido para honrar al explorador italiano que dizque descubrió al Nuevo Mundo en nombre de los reyes de España y cuyos restos descansan dentro del monumento. Bueno, eso creían los dominicanos. Por años la ciudad española Sevilla reclamaba que tenía los restos del explorador y Santo Domingo hacía lo propio.La historia tiene muchas formas de reescribirse. Hechos que dábamos por ciertos caen ante el peso de la evidencia irrefutable de la ciencia.

El turno le llegó a los restos de Cristóbal Colón. A través de análisis de ADN un grupo científico acaba de confirmar que
los restos de Colón están en España. Por supuesto no se sabe de quiénes son los restos honrados en Santo Domingo. A lo mejor tienen parte de los restos del genovés, si es que era de Génova en cuyo caso le encantaba el pesto.De todas las naciones hispanas del Nuevo Mundo la República Dominicana es la que menos ha podido bregar con el asunto de las llamadas razas. El honor probablemente le pertenecía a la Cuba pre revolucionaria, pero la revolución se encargó de, si no borrar, minimizar la cosa racial. Así me lo confirmaba un colega cubano que salió de Cuba y detesta a Fidel pero que habla con orgullo de los logros de la revolución tales como ser quizás la nación más saludable de las Américas y posiblemente la más educada.El asunto racial está presente en Puerto Rico también, por supuesto.

Aquí hay un racismo solapado que no ha sido reconocido debidamente por los círculos académicos del país y mucho menos por el gobierno. Pero en la República Dominicana, sin embargo, el asunto es peor. Comúnmente muchos dominicanos negros se refieren a sí mismos como indios. –Es aindiado- es la frase que se usa para esconder la negritud. La palabra negro, que allá puede tomar connotaciones de insulto, está reservada por algunos para los haitianos. Así que un negro dominicano puede decirle con desprecio a un negro haitiano “negro” en tono insultante. Yo estuve allí y fui testigo del fenómeno.

En Puerto Rico cuando se insulta a un negro se usa la palabra como descriptivo y se le añade un adjetivo despectivo. “Negro sucio”o “jodío negro”. Cosas por el estilo. Lo último es tan denigrante como lo primero. O peor porque a lo mejor el que profiere el insulto cree que está insultando doble. Aunque en Puerto Rico hemos progresado mucho en el asunto, la colonización norteamericana no nos ha ayudado ya que los Estados Unidos es una de las naciones más racistas del planeta e insiste en las clasificaciones raciales para todo. Como en aquel apartheid sudafricano. La misma cosa.

Volviendo al faro monumental no puedo dejar de pensar en el malgasto de recursos. Colón está muerto, gracias a Dios, y no necesita un faro. Y bueno que esté bien muerto porque se descubrieron documentos en España que demuestran que Cristóbal Colón era un tipo abusivo, déspota y tirano. Tenía esclavos españoles a los que torturaba. Precisamente en Santo Domingo. Este tipo tenía colmillos, cuernos y rabo de diablo. La historiadora española Consuelo Varela documenta estos hechos en su libro
“La caída de Cristóbal Colón: el juicio de Bobadilla”. Este no era el Cristóbal Colón que nos enseñaron en la escuela. Este desgraciado llevó a cabo ejecuciones y torturas en el Nuevo Mundo a gusto y gana.

En lo que a mí respecta, si fuera dominicano me alegraría de que los restos en el elefante ese de cemento no sean los de Colón. Y si fuera español se los regresaría sin dirección de remitente a los italianos. En cuanto a los restos en el faro, creo en la justicia poética de la historia. Hace años que científicos españoles le han solicitado a las autoridades dominicanas muestras de los restos en Santo Domingo. Se han negado. Me ilusiona la posibilidad de que, por esas vueltas del destino, allí estén los restos de un negro africano al que se le ha levantado el monumento más grande que se la haya erigido jamás a negro alguno.

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