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jueves, 17 de agosto de 2006

Capítulo 2: Esperanzo llega a Vaginalia

Edwin Vázquez de Jesús
La Delirante Historia de Esper Matos: Capítulo 2
Ver Capítulo 1 más abajo

Esperanzo Matos sabía que se acercaba el momento del gran viaje. Dentro de algún testículo, en uno de los túbulos seminíferos, esperaba ansioso las grandes contracciones orgásmicas que lo expulsarían, con suerte, al paraíso soñado. Miró alredededor y sabía que él era sólo una entre por lo menos trescientos millones de células que como él saldrían disparadas en la eyaculación que se avecinaba. Se sentía lanzado de lado a lado, mareado, chocando contra las paredes de los túbulos, siendo golpeado por otros espermatozoides que eran lanzados con furia de lado a lado con los movimientos rítmicos y poderosos de su dueño. Escuchaba los gritos de placer de la chica que con suerte tendría un óvulo listo para cuando él entrara a Vaginalia. Uno de entre trescientos millones fecundarían a ese huevo y aún así Esperanzo tenía fe. Por algo tenía ese nombre. Sabía que sería difícil pero trataría de ganar aquel maratón.

Los gritos y gemidos de placer crecían. -¡Dame más! -gritaba la chica. --Dale más- pensaba suplicante Esper. De pronto escuchó a su dueño emitir un grito animal y la violenta contracción orgásmica empujó a Esper Matos por los túbulos como si estuviera en una montaña rusa. Las subidas y bajadas, las vueltas y curvas estaban acompañadas de los gemidos de placer más profundo provenientes del exterior.

Salió Esper del testículo que lo vio nacer por el epididimo y de ahí pasó a ese gran túnel llamado Vas Deferens. Esper había escuchado la historia muchas veces. Tres glándulas producen fluidos con sustancias necesarias para lograr su objetivo. Cuando pasó cerca de las vesículas seminales recibió un baño de una sustancia que contenía fructosa. Perfecto. Ésta le proveería energía. Pasó por las glándulas bulbouretrales y recibió con gusto una descarga de una sustancia con lubricantes. -Yes- Pensó. Estos se habían encargado de lubricar bien el pene para que entrara sin problema a Vaginalia. Luego pasó cerca de la próstata, que produce bicarbonatos que neutralizarían la leve acidez que se producía en Vaginalia para protegerla de infecciones. Sabía que en un ambiente ácido podría afectarlo seriamente. Le tenía terror a la posibilidad de ser uno de los primeros espermaztozoides en llegar y sufrir quemaduras ácidas. La próstata también produce prostaglandinas que causan contracciones en la mujer y que lo ayudarían a llegar desde Vaginalia a Uteralia y seguir subiendo para encontrar el óvulo soñado.

Esper se había mezclado en ese jugo que ahora cobraba otro nombre: semen. Sólo habían pasado segundos desde que comenzó su travesía pero le parecían eternos. Se acercaba el momento. En una fracción de segundo pasaría por el último canal, la uretra, desde donde saldría de su dueño al paraíso imaginado de Vaginalia o al infierno temido de un condón, donde sabía que moriría con todos sus compañeros.


-Woa- oyó gritar a sus colegas según salían de la uretra, del pene, del hogar dulce hogar hacia un rumbo incierto. Esper Matos se sintió empujado por la contracción y le parecía que iba a miles de millas por segundo. El túnel estaba derecho, recto, erguido.

Entonces, por fin, el final del túnel. -Si ves una luz al final del túnel estás jodido- le habían advertido. -En ese caso puedes terminar estrellado contra una pared- Pero no. Aunque podía discernir el final el resto estaba oscuro. Entonces salió disparado en una ola gigante de semen que formó olas que chocaban de lado a lado. Se sentía surfeador y buzo a la vez. A veces salía a la superficie y luego era arrastrado al fondo. Los gritos que salían de afuera lo ensordecían. Ahora sabía cómo sonaba el placer más puro, más primitivo, más universal.

Las cosas se habían calmado afuera. Esper estaba extremadamente cansado. De pronto alguien gritó la orden que lo sacó de su sopor. -Todos para Uteralia--Ahora- Esper cobró fuerzas y lleno de felicidad y ánimo movió el rabo con fuerza y siguió la travesía. Continuará...


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