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jueves, 2 de noviembre de 2006

La futilidad de un entierro en una caja de lujo


Edwin Vázquez de Jesús



Hay que dejar establecidos dos hechos biológicos ineludibles: todos moriremos y todos nos descompondremos después de muertos. Lo último si no nos creman, por supuesto. Dejando de lado la última posibilidad, y meditando sobre el asunto hoy 2 de noviembre, Día de los Muertos, no puedo dejar de pensar en las contradicciones no sólo del día sino del rito de la muerte. Lo primero es el asunto de la celebración. ¿Qué celebramos? ¿El Día de los Muertos? Pero si ya murieron no pueden tener un día. Ellos pertenecen, en todo caso, a la noche. Pero presumo que una Noche de los Muertos suena demasiado tenebrosa como para que alguien quiera celebrarla. De ahí lo del día. Porque de día los vivos van al cementerio a visitar a los difuntos. De noche los vivos temen que los difuntos decidan visitarlos.

Claro que el asunto es uno de justicia mortal. Sí porque los famosos tienen su día y se celebran. El día de George Washington, el día de Abraham Lincoln, el día de Luis Muñoz Rivera, el día de José de Diego. Así que me suena como un acto de justicia el que se designe un día donde se celebran a todos los demás. Los no famosos. Los comunes. Los que de no ser por sus familiares quedarían olvidados en el zafacón de la historia. Esto convierte al Día de los Muertos en algo así como el etcétera de las celebraciones a gente muerta. El renglón de misceláneas donde tiramos lo que sobra. Lo que no podemos clasificar.

En la Universidad de Puerto Rico los empleados no docentes lograron que la administración les concediera libre la mitad de este día. A las doce salen los empleados con el propósito expreso de visitar a sus muertos. Claro que no todos tiene muertos que visitar. Otros tienen muertos a los que no quieren visitar. Y otros, por las razones que sean, no quieren acercarse a un cementerio mientras estén vivos.
No sé qué hacen los empleados ese día pero sospecho que la mayoría no va a los camposantos. No me imagino un tumulto de vivos tropezando entre las tumbas buscando las lápidas de sus seres queridos. No entiendo por tanto porqué o para qué se les hizo tal concesión. Pero este es el Caribe y cualquier ocasión es buena para celebrar. Aunque sea la muerte.

Luego está el asunto ese de los entierros. Entiendo el rito. Entiendo la velada. Los rosarios. La caminata hasta el cementerio. Las lágrimas. Lo he vivido. La parte que no entiendo, como biólogo, es la de la caja. Si ha habido un malgasto injustificado a través de la historia es el de las cajas fúnebres. Esto porque el muerto se va a descomponer y en poco tiempo la caja le quedará grande. Para colmo, la madera misma se descompondrá por lo que el que pagó la caja habrá perdido el dinero. Y usualmente es madera de primera. Pichipén no es. Debería haber, en todo caso, garantías de por vida de las cajas de la muerte. Mientras viva el que pagó se le garantiza que la caja será repuesta si ésta se descompone. Digamos que cada cinco años abren la tumba, examinan la madera, y si no sirve exhuman los restos, los depositan en una caja nueva y lo reentierran. Si la caja es de metal el asunto es peor porque no se descompondrá y posiblemente contamine el ambiente con metales pesados. En este caso la garantía no será necesaria.

La eliminación de las cajas trae un problema relacionado con el manejo del cadáver. ¿Dónde lo pondrán para que lo velen? Lo que nos lleva a la razón del título de este artículo. Al cadáver no se le debería velar porque es un hecho de la naturaleza que no se irá a ninguna parte. A lo mejor es una tradición de cuando a los muertos no se les hacía autopsia. Imagino que en ese caso lo velaban para asegurarse de que estaba, efectivamente, muerto. Pero retomando la pregunta, ¿dónde ubicarlo?, dado que los cadáveres asumen una posición horizontal (nadie se queda de pie cuando muere) un simple catre, debidamente adornado con flores, serviría. Si tiene ruedas mejor porque al terminar la ceremonia de velarlo alguien hala el catre (podría amarrarle una soga) hasta el cementerio. Así se elimina el tener que buscar a por lo menos seis hombres para que carguen la pesada caja. Si no se caminará sino que se conducirá se debe usar una buena colcha ubicada en la parte de atrás de una camioneta y ahí se depositaría al fenecido. Sí porque además de eliminar la caja propongo que se elimine el uso de los coches fúnebres. Son carísimos, son feísimos y son color negro luto. Dado que en Puerto Rico las camionetas están de moda cualquier familiar puede prestar la suya para la procesión. Si el vehículo es de plataforma abierta sería bueno llevar un plástico grande en caso de que llueva.

Una vez se llegue al cementerio, y dado que el catre lo dejaron en la funeraria (que tampoco es necesaria si tiene una casa con una marquesina o sala adecuada) dos personas deben amarrarle una soga en cada extremo a la colcha para cargar entre los dos al muerto. El hoyo debe ser de una profundidad suficiente para evitar que perros u otros depredadores escarben y se coman al difunto. Que total es lo que harán los microbios y los gusanos. Unos seis pies deben ser suficientes. Ahora los cargadores del cadáver se ubicarán en cada extremo del hoyo y bajarán lentamente el cadáver. Si la colcha no será utilizada nuevamente se debe dejar allí. Se le echa tierra y se acabó el evento. Cero cajas. Poco dinero. Un entierro económico, que es como deberían ser todos los entierros. Entonces sucederá el milagro del ciclo de la vida. El cadáver se descompondrá y enriquecerá el terreno. Crecerá yerba. Y en ella algunas moléculas del muerto. Es más, si sembráramos plátanos sobre la tumba les aseguro que moléculas del muerto terminarán en nuestros platos. Poético. El muerto vuelve a nosotros. Y estará en las flores. Y de ahí pasará a las abejas. El muerto vivirá a través de la naturaleza.

Miguel Hernández lo entendió perfectamente cuando se le murió Ramón Sijé. Hoy Día de los Muertos he escrito este artículo como excusa para presentar uno de los poemas más conmovedores de la literatura española. Elegía.

ELEGÍA
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería.)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

Miguel Hernández

Publicado en http://edwinvazquez.blogspot.com

3 comentarios:

  1. la gastaera de chavos tiene un proposito edwin: que las demas familias vean que en esta hay dinero, que la caja de nuestro muerto es la mas cara, que las coronas horrendas de flores son las mas grandes, que el chocolate no se acababa, que nosotros lloramos mas duro y despues cuando se acaba el rosario (que solamente una viejita de la familia se sabe porque los demas DECIMOS ser catolicos pero no nos sabemos ni el padrenuestro bien por falta de practica y no sabemos ni para que se reza el rosario para el muerto, ah! si para COMPRAR su salvacion con el...) todos salimos del teatro digo, la funeraria a: hablar del traje de aquella, de que la hija de fulanito esta preñá, que hace tiempo que la familia no se encontraba, que que mucho jodieron los hijos de fulanito y la esposa no los controlaba...ay y que hace AÑOS que no veiamos al difunto, pero que mucho lo queriamos...etc etc etc

    ves? que bonitas son las tradiciones, es que los intelectuales como tu no se disfrutan nuestras costumbres, nuestros valores (esos que dice el anuncio que hay que volver a tener...) porque las ven tal y como son: costumbres y nada mas. por qué siempre tienes que cuestionarlo todo? debes conformarte como los demás a la hipocresía y a la mentira, y decir que son costumbres "bonitas" que no debemos perder...

    LOL obviamente estoy siendo irónica.

    saludos.

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  2. Edwin:

    Te exhorto a que eschuches la Elegía en un album que grabó Joan Manuel Serrat en los años 70 dedicado a Miguel Hernández (MH).

    En mi opinión------ quizás esta es la obra maestra de Serrat. Se me paran los pelos cada vez que escucho Elegía y otros poemas de MH.

    También recuerdo haber visto a Serrat en el teatro de la universidad cantando el album de MH.

    CIAO

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  3. Cris:

    La tengo en mi iPod, la versión de Serrat. La voy a poner ahora mismo y a llorar un rato...

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