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miércoles, 22 de agosto de 2007

Al Rescate de la Palabra Teta

Se anuncia en estos días por la televisión local la presentación de un programa llamado “Sin tetas no hay paraíso”, basado en el libro homónimo de Gustavo Bolívar. Sin embargo en lugar de “tetas” escuchamos un bip de censura, un sonidito que tapa al otro para proteger nuestros oídos de la palabra agresora. En otro anuncio sustituyeron la palabra de cuatro letras por “teclas”: “Sin teclas no hay paraíso”, que podría ser el título de una tragedia sobre un pianista consumado al que le han robado el piano.

Les hablaba a mis estudiantes sobre la clonación de la oveja Dolly y lo significativo de que el ADN que fue insertado en un óvulo sin núcleo provino de una célula de teta de oveja. No dije “tecla de oveja” y mucho menos “senos de oveja”. Lo dije natural y nadie se sorprendió con la palabra. Y lo dije en una Universidad sita en las montañas de la Sierra de Cayey, donde se yerguen majestuosas al sur las famosas "Tetas de Cayey".

No sé si alguien ha estudiado este fenómeno de la hipocresía linguística, que seguramente se da en todo el mundo. Me apena no poder decir bicho para referirme a un insecto, como hace el resto del mundo hispanoparlante. Y es interesante ver las reacciones de los que escuchan la palabra en las novelas mexicanas que invaden nuestras ondas de transmisión televisiva. En Puerto Rico se le dice bicho al órgano sexual masculino. Ahora que lo pienso debimos escoger una palabra menos insignificante que la de un insecto. Porque no creo que Dios haya dotado a los hombres puertorriqueños con una cuota menor que la que les correspondía para el referido apéndice.

Sé que hay lugares en América Latina donde no se puede decir concha, pues se refiere al órgano sexual femenino. En Puerto Rico, y en España también, una concha es lo que es, una cubierta de carbonato de calcio de algún animal marino. Hasta teníamos un Hotel la Concha. ¿Y qué de la actriz cubano-venezolana María Conchita Alonso? ¿O es que los padres juzgaron que la tenía demasiado pequeña?

En esta censura mediática de una palabra inocua hay que juzgar qué es más obsceno: ¿el video en la misma emisora donde se ve a un policía linchando a un civil inocente, la lectura de primera plana en un periódico anunciando que un padre invitó a un vecino a violar a sus dos hijitas y un bebé de un año al que sodomizaron, o las turbas políticas de un mismo partido agrediéndose frente a las cámaras?

Hago esta reflexión porque hay palabras que tenemos que rescatar de las garras de los moralistas hipócritas que nos rodean. No predico el lenguaje obsceno ni soez. No todo es libremente pronunciable, lo reconozco. Pero que me dejen las tetas quietas.

Edwin Vázquez