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martes, 17 de enero de 2006

Calorías

Parece como si siempre hubiera tenido esta barriga. Diez libras de grasa. Diez años de manteca. Hace varios años tomé una decisión radical. Perdería el exceso de peso a todo costo. Al siguiente día, estaba a las cinco de la mañana en la pista de la Universidad. Temprano para que mis estudiantes no me vieran haciendo el ridículo. Ya me habían explicado que cada vuelta de la pista es un cuarto de milla. Comencé lentamente, troté con calma y a los 45 segundos estaba sin aliento y mareado. Pero no me rendí. Seguí por los próximos meses hasta que ya no sólo le daba una vuelta sino cuatro. Una milla completa. Aproximadamente 100 calorías perdidas. Aquí está lo tétrico. Una lata de gaseosa tiene unas 110 calorías. O sea, si usted corre cuatro vueltas en la pista y luego se toma un refresco para saciar la sed tendrá un saldo neto de 10 calorías ganadas. Para entender este asunto de las calorías usemos una definición sencilla.


Una caloría es la cantidad de energía que se necesita para aumentar la temperatura de un gramo de agua en un grado centígrado. Es poca cosa. Tan poca es que si fuéramos a medir nuestro consumo de energía en calorías tendríamos que hablar de cientos de miles de ellas. Por eso se usa el término kilocaloría, que son mil, para referirnos a nuestro gasto energético. Algunos científicos decidieron usar el término Caloría, con mayúscula, en vez de kilocaloría y reservaron el término en minúsculas para referirse a una sola. Desafortunado embarre idiomático porque cuando por ahí se habla de calorías están hablando de las mayúsculas. Por tanto, el refresco carbonatado de 110 calorías tiene en realidad 110,000.

Los humanos necesitamos un promedio de 2,200 Calorías diarias para llevar a cabo nuestras funciones. Un desayuno fuerte le puede proveer unas 500 Calorías. Un buen almuerzo en una cafetería con carne frita, arroz y habichuelas le puede dar unas 1,000. Tres gaseosas, trescientas más. Los esnacs del día 500. La cena 1,200. Los esnacs de la noche 500 más. Sume y verá por qué el 65 % de nuestra población está sobrepeso y casi el 30% está obesa. Nuestro estilo de vida sedentario agrava la situación. Por eso yo corría. Llegué a correr hasta ocho millas sin detenerme, por las carreteras de Cayey temprano un domingo. Además moderé lo que comía.

Corrí en el Teodoro Moscoso. Seis millas bajo el sol. Diez kilómetros de lucha. Había tanta gente que cuando pude comenzar a correr los africanos ya estaban llegando a la meta. Pero el exceso de grasa se fue. Yo era un hombre de carne magra. 100% U.S.D.A. Choice. Pero cambió mi estilo de vida. Cada vez encontré más difícil adaptar mis responsabilidades a mi estilo de vida saludable. Y dejé de correr. Pero volveré. No puedo rendirme a la profecía de mi hija Amaris cuando una vez, mientras me ejercitaba sentenció “Esa pipa nunca va a desaparecer”.


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