Lo que cambió el panorama fue la exhibición en video que llevaron dos cocodrilos. Allí se veía cómo el “Cazador de Cocodrilos” agarraba por el rabo a uno de ellos y lo arrastraba violentamente hacia atrás. El cocodrilo logra zafarse y huye corriendo pero el cazador volvió a agarrarlo y halarlo con fuerza. Repitió esto varias veces. Luego hubo otras escenas de cómo el cazador metía sus manos en nidos de arañas, que estaban obviamente descansando en paz en sus casas, con sus familias, y las agarraba con saña para enseñarlas en las cámaras de televisión. El mismo tipo de escena se repetiría con otros animales. Los miembros del CGA no tenían idea. La indignación era tal que los leones rugieron, los gorilas se golpearon el pecho y los cocodrilos dieron aletazos con sus rabos. Aquello parecía una selva.
Lo que no entendían los animales era cómo los humanos no se indignaban con este individuo. Jacques Cousteau no era. Cousteau era un verdadero científico, y como tal observaba la naturaleza sin intervenir en ella. En sus documentales sobre la vida submarina no se veía a Cousteau lanzándoles piedras a los peces. Lo mismo hicieron otros ambientalistas, observadores de la naturaleza que sabían que para observarla bien se debe intervenir lo menos posible en sus procesos.
El debate de la CGA fue amplio pero había un claro consenso. Al cazador se le había impuesto la pena mayor. En el mundo animal estaba claro que matar a un humano podía tener consecuencias funestas pues éstos tendían a vengarse con una violencia avasalladora e indiscriminada. Si un oso mataba a un hombre diez osos podrían morir, y no necesariamente el oso homicida. Y ni hablar de los miedos sin fundamento de los humanos. Las arañas habían padecido ampliamente de una discriminación violenta y era de todos conocidos que la mayoría de los humanos mataban a las arañas por puro terror. O puro placer.
Los animales tenían ciertas reglas sobre tomar venganza. Por ejemplo, si un humano mataba a un ratón que se había metido en su casa los ratones no tenían ningún derecho de reclamar. En la Constitución Animalia(CA) estaba claramente expresado que los animales no debían meterse en la residencia de los humanos a menos que fueran invitados o llevados allí por ellos (C.A., Sección 13, artículo 4) y que cualquier acción que tomara un humano contra ellos estaba exenta de acción punitiva animal.
Una vez tomada la decisión había que decidir cómo ejecutar la acción. Esto generó todo tipo de argumentos. Los leones dijeron que sería sencillo. Durante algún documental uno de ellos le saltaría encima y se lo comería. Los gorilas propusieron esconderse en algún árbol y cuando el cazador pasara por debajo se le lanzarían encima para aplastarlo. Las serpientes hablaron de metérsele por los pantalones y morderle los testículos. Así estuvieron durante una hora hasta que Rafiki, el sabio mandril y presidente del CGA pidió un turno levantando su bastón. “Yo propongo algo radical. Este cazador es traicionero. Cuando graba está acompañado de gente que lo protege, que posiblemente está armada. Si fallamos el primer intento el tipo tomará medidas de protección que hará más difícil un segundo intento. Necesitamos que la acción sea ejecutada por algún animal del cual los humanos no tengan la más mínima sospecha. No sé, algún ave que le caiga del cielo. O algún perro casero que lo muerda por el cuello. Eso es lo que pienso”.
Fue así que la discusión tomó un nuevo giro buscando cuál era el animal más pendejo, o que por lo menos los humanos creyeran que lo era, en la naturaleza. El consenso era que cuando de pendejismo se trata las ovejas se llevaban el premio. El problema era que estas eran, ciertamente, animales pendejos que no le harían daño a nadie. Tendría que ser otro. “¿Dónde está el cazador en estos momentos?”, preguntó Rafiki. Alguien le dijo que en el Gran Arrecife de Barrera de Australia, el sistema de corales más grande del mundo, haciendo un documental. Rafiki se levantó con su bastón, y dio vueltas alrededor del Concilio pensando. Se tocaba la barbilla. El silencio era absoluto. Todos lo miraban con admiración y respeto. Entonces Rafiki habló. “Las mantarrayas. Los humanos las catalogan como dóciles. Se les acercan y las acarician. Se sacan fotos con ellas. Nadie en el mundo humano les tiene miedo. Avisen inmediatamente a las mantarrayas del área que se congreguen cerca de donde está el cazador y que escojan a una para ejecute el edicto”. Estaba escrito en la Constitución que una vez el CGA emite un edicto los demás animales estaban obligados a obedecerlo (C.A, Sección 24, artículo 15). El incumplimiento acarreaba penas que podían llevar a una especie a la extinción (C.A., Sección 24, artículo 16).
En algún lugar del Gran Arrecife de Barrera de Australia el cazador filmaba su documental. Entonces le informaron que una extraordinaria formación de mantarrayas estaba nadando cerca. El cazador mordió el anzuelo y decidió filmarlas. Eso no estaba en los planes originales. Se les acercó y comenzó su mini documental hablando a través del micrófono integrado a su traje de buzo. La cámara lo tenía debidamente enfocado. Cuando menos se lo esperaba sucedió. La mantarraya mayor dio la orden y la que estaba más cerca le dio un azote con su rabo y le espetó la punta espinada en el mismo corazón. El cazador cometió entonces el mayor error de su vida. Se arrancó la punta rompiendo más tejido cardiaco, asegurando así su muerte.
El CGA se congregó nuevamente para discutir lo sucedido. Hubo una moción de felicitación y agradecimiento a las mantarrayas que fue aprobada unánimemente. El Cazador de Cocodrilos del Animal Planet no abusaría más de ellos ni los volvería a humillar frente a las cámaras de televisión. La agenda era corta. Cuando llegaron a los asuntos nuevos sólo había uno. Lo trajo una hormiga. “Le pido a este honorable Concilio que tome acción contundente y rápida. Hay un individuo que está matando hormigas que no le han hecho nada a diestra y siniestra alrededor de su casa. Nos han informado que está usando venenos y rociándolas con ellos. No pido la muerte pero por lo menos una buena invasión. Es un tal Edwin Vázquez de Cayey, Puerto Rico."
VEA UN VIDEO DE STEVE IRWIN ABUSANDO DE UN COCODRILO OPRIMENDO AQUÍ
Publicado en http://edwinvazquez.blogspot.comTags: STEVE IRWIN CAZADOR COCODRILOS
Muy bueno tu blog, llegué aquí a través de blogalaxia, en verdad muy bueno.
ResponderBorrarMUY BUENA NARRACIÓN SOBRE LA VENGANZA DE LOS ANIMALES CON IRWIN "EL CAZADOR DE COCODRILOS".
ResponderBorrarentonces...¿está grabada la muerte de Irwin? eso si seria de interes documental...si alguien supiera como se puede ver, agradecido.
ResponderBorrarGracias Zcgt21.
ResponderBorrarViuda de Cocodrilo:
Efectivamente la muerte fue grabada, en todo esplendor digital. Sin embargo la viuda de Irwin ordenó destruir la escena de la muerte. Claro que uno siempre piensa que algún día por alguna razón aparecerá el video en Youtube.com