
miércoles, 13 de junio de 2007
Vuelve Esper Matos

domingo, 13 de agosto de 2006
La Delirante Historia de Esper Matos
Capítulo 1: Esperanzo esperando el momento de salir
Esperanzo Matos había madurado. Era un espermatozoide completo. Sabía que el momento había llegado cuando entró en uno de los tubos que lo conducirían, con suerte, a ese paraíso llamado Vaginalia que todos añoraban. Sabía que la mayoría no llegaba. Unos morían en los mismos tubos esperando angustiados. Otros salían a otros destinos inciertos. Había escuchado las historias de horror. Algunos estrellados contra las paredes, ahogados en la ducha, o asfixiados en un condón. Su nacimiento había sido exitoso. La célula que lo produjo se dividió con precisión. Los veintitrés pares de cromosomas se habían separado y él cargaba orgulloso un miembro de cada par. Una meiosis perfecta. El par veintitrés, el XY, se había separado de tal forma que a él le tocó cargar la Y. Otro espermatozoide tenía la X.
Ya le habían contado que más allá de Vaginalia, pasando por Uterolandia, se encontraba Ova Rico. Allí los ovarriqueños producían unas células enormes que eran el sueño de todo espermatozoide. Les llamaban óvulos y se formaban por un proceso similar al suyo. Terminaban también con veintitrés cromosomas. Debido a que el par veintitrés era XX todos los óvulos terminaban con un cromosoma X.
Esper, como le decían sus amigos, sabía que las probabilidades de que él lograra la ambición mayor de cualquier espermatozoide, con lo que soñaban sus millones de amigos, eran casi nulas en términos matemáticos. Fecundar a uno de esos maravillosos óvulos le daría razón a su existir. Había nacido para eso. Estaba completamente equipado para lograr la hazaña. En su cabeza cargaba las enzimas digestivas que lo ayudarían a penetrar las barreras que protegían al óvulo. Por eso estaba tan orgulloso de su acrosoma. Tenía un rabo fuerte y viigoroso y un cuello lleno de mitocondrias que le producirían el ATP que le serviría de gasolina para moverse.
Cuando nada sucede los espermatozoides tienen una vida aburrida. Juegan dominó en los túbulos seminíferos. Hacen carreras para ver quién mueve mejor su flagelo. Hacen equipos donde los que llevan el cromosoma Y compiten con los que llevan el X. Y como hay el mismo número de jugadores en ambos equipos siempre terminan empatados. Así tratan de pasar el poco tiempo de vida que tienen. Son setenta y dos horas que hay que vivir al máximo. Y soñar. Soñar con el momento donde puedan salir expulsados violentamente de aquel lugar.
Habían pasado sólo unas horas y Esper sabía que algo raro sucedía. Poco a poco la cosa se fue complicando. Primero fueron unas sacudidas. Comenzó a sentir calor. Movimientos agitados que lo lanzaban de lado a lado. Esper Matos sabía que no moriría de aburrimiento en aquellos túneles. No. Esper saldría de allí como todo espermatozoide digno debía salir. Con un orgasmo violento, fenomenal y gozoso. Continuará…
domingo, 15 de enero de 2006
La humillante realidad de ser macho
Para ser franco la Y no es otra cosa que una X a la que le falta un palito. Es una X incompleta. O sea, que la diferencia fundamental entre hombres y mujeres, a nivel físico y genético, es un palo. En la reproducción el pene tiene la limitada función de depositar millones de espermatozoides en la vagina, cuando ésta no está en uno de sus monólogos. De esos millones de espermatozoides, sólo uno fecundará al óvulo. Casi el 50% son flojos nadando y no llegan a su destino. Otros tratan de fecundar a la primera célula que encuentren a su paso. Estos son los brutos. Y es bueno que no lleguen. Aunque a veces llegan y producen legisladores. Son muchos los ejemplos biológicos donde los machos no salimos bien parados. Por ejemplo, en la naturaleza frecuentemente los machos son mucho más pequeños que las hembras. La araña Nephila clavipes es un ejemplar precioso, con un cuerpo de hasta unas dos pulgadas y patas impresionantes. Se encuentra en lugares húmedos de pueblos como Cayey y Ciales. Cuando usted se acerca a admirar su tela orbicular, con suerte puede ver a una arañita diminuta en una esquina. Ese es el macho. Un machito. Su única función es fornicar con la araña. Y luego se muere. Como ese hay miles de ejemplos. Con razón son las mujeres las que paren. Los hombres, admitámoslo, no aguantaríamos la primera contracción. Declaro que en términos biológicos los machos somos seres inferiores. Me tomó trabajo aceptarlo y me ganaré el odio de los macharranes que piensan lo contrario. Pero era hora de que un hombre aceptara la humillante realidad biológica de nuestra inferioridad evolutiva.