domingo, 13 de agosto de 2006

La Delirante Historia de Esper Matos

Edwin Vázquez de Jesús

Capítulo 1: Esperanzo esperando el momento de salir

Esperanzo Matos había madurado. Era un espermatozoide completo. Sabía que el momento había llegado cuando entró en uno de los tubos que lo conducirían, con suerte, a ese paraíso llamado Vaginalia que todos añoraban. Sabía que la mayoría no llegaba. Unos morían en los mismos tubos esperando angustiados. Otros salían a otros destinos inciertos. Había escuchado las historias de horror. Algunos estrellados contra las paredes, ahogados en la ducha, o asfixiados en un condón. Su nacimiento había sido exitoso. La célula que lo produjo se dividió con precisión. Los veintitrés pares de cromosomas se habían separado y él cargaba orgulloso un miembro de cada par. Una meiosis perfecta. El par veintitrés, el XY, se había separado de tal forma que a él le tocó cargar la Y. Otro espermatozoide tenía la X.

Ya le habían contado que más allá de Vaginalia, pasando por Uterolandia, se encontraba Ova Rico. Allí los ovarriqueños producían unas células enormes que eran el sueño de todo espermatozoide. Les llamaban óvulos y se formaban por un proceso similar al suyo. Terminaban también con veintitrés cromosomas. Debido a que el par veintitrés era XX todos los óvulos terminaban con un cromosoma X.

Esper, como le decían sus amigos, sabía que las probabilidades de que él lograra la ambición mayor de cualquier espermatozoide, con lo que soñaban sus millones de amigos, eran casi nulas en términos matemáticos. Fecundar a uno de esos maravillosos óvulos le daría razón a su existir. Había nacido para eso. Estaba completamente equipado para lograr la hazaña. En su cabeza cargaba las enzimas digestivas que lo ayudarían a penetrar las barreras que protegían al óvulo. Por eso estaba tan orgulloso de su acrosoma. Tenía un rabo fuerte y viigoroso y un cuello lleno de mitocondrias que le producirían el ATP que le serviría de gasolina para moverse.

Cuando nada sucede los espermatozoides tienen una vida aburrida. Juegan dominó en los túbulos seminíferos. Hacen carreras para ver quién mueve mejor su flagelo. Hacen equipos donde los que llevan el cromosoma Y compiten con los que llevan el X. Y como hay el mismo número de jugadores en ambos equipos siempre terminan empatados. Así tratan de pasar el poco tiempo de vida que tienen. Son setenta y dos horas que hay que vivir al máximo. Y soñar. Soñar con el momento donde puedan salir expulsados violentamente de aquel lugar.

Habían pasado sólo unas horas y Esper sabía que algo raro sucedía. Poco a poco la cosa se fue complicando. Primero fueron unas sacudidas. Comenzó a sentir calor. Movimientos agitados que lo lanzaban de lado a lado. Esper Matos sabía que no moriría de aburrimiento en aquellos túneles. No. Esper saldría de allí como todo espermatozoide digno debía salir. Con un orgasmo violento, fenomenal y gozoso. Continuará…

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