domingo, 12 de febrero de 2006

Ciencia, pseudociencia y la navaja de Occam

Hace unos cuatro años ofrecí en la Universidad de Puerto Rico en Cayey un curso que titulé “Ciencia y Pseudociencia”. En éste me propuse deshebrar muchos de los mitos y supersticiones que abundan en nuestra cultura utilizando como herramientas la ciencia y la razón. Mi propósito fundamental era, sin embargo, desarrollar en los estudiantes una actitud de escepticismo ante cualquier alegato o creencia. Les hice claro que el escepticismo es muy distinto a la incredulidad. De hecho, son prácticamente opuestos. El escéptico está dispuesto a creer pero espera a ver y analizar la evidencia que se le presente antes de llegar a una conclusión. El incrédulo no creerá aunque le pongan la evidencia en las narices. Este último asume una actitud cuasi religiosa porque cree porque sí, y no cree porque no. El incrédulo es un fanático. Está íntimamente relacionado con los crédulos o creyentes. Son las dos caras de una misma moneda. En mi curso discutimos cómo la fe y la ciencia son dos cosas distintas, pero no necesariamente excluyentes. O sea, se puede asumir una actitud científica y tener fe. La fe la definió muy bien San Pablo cuando dijo que es “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). La ciencia, por otro lado, exige que haya evidencia.

Como científico soy por naturaleza escéptico. Así que si alguien me dice que vio a un ser extraterrestre comiéndose un helado de fresa le pediré evidencia. Es que el peso de la evidencia siempre recae en el que hace el reclamo. Por ejemplo, si alguien me dice que vio al chupacabras hablándole al oído a Chemo Soto, el alcalde de Canóvanas, tiene que demostrármelo. No me corresponde a mí demostrar que lo que dicen no es cierto, sino a ellos demostrar que lo es. Y no es que me traiga a cinco empleados del municipio alegando que lo vieron. Tendría que ser evidencia irrefutable.

Yo creo que hay vida en otros planetas. Pero no tengo ninguna evidencia de ello. De hecho, nadie la tiene. Algunos alegarán que las pirámides de Egipto no pudieron haber sido hechas por humanos, obviando toda la evidencia documental que demuestra cómo usaron esclavos para construirlas. O citarán las líneas de Nazca en el Perú, o el hombre de Palenque, o Stonehenge. Todo esto deriva de una gran ignorancia sobre las capacidades tecnológicas de los antiguos. Como no los creen capaces de haber hecho esas maravillas tienen que haber sido hechas por seres espaciales. Yo prefiero cortar a través de toda esta ñoña pseudo científica usando la navaja de Occam. Según este postulado, y estoy parafraseando, la explicación más sencilla es probablemente la correcta. Si yo encuentro un animal desangrado, con marcas de colmillos en el cuello, puedo pensar que vino un ser del espacio para chuparle la sangre o que fue otro animal depredador, como hay tantos en la naturaleza. La última es una explicación más razonable. No necesariamente la cierta pero la más razonable basado en la evidencia acumulada a través de los años.

Los puertorriqueños somos muy creativos, dados a la invención y a veces a la exageración. No creo que éstos sean atributos exclusivos de nuestra nacionalidad. Pero apuesto a que a nadie más se le ha ocurrido lo que al alcalde del municipio de Lajas. Este señor va a construir un aeropuerto para OVNIS. Ya ha identificado los terrenos donde derramará una cantidad obscena de cemento para hacer lo que se ha llamado el ovnipuerto. ¿Su justificación? Según él y varios ovniólogos, o como se llamen, Lajas es un lugar visitado frecuentemente por seres extraterrestres.

Vamos a aplicarle la navaja de Occam a este razonamiento. Seres extraterrestres han estado visitando a Puerto Rico por infinidad de años, por alguna razón les ha gustado el pueblo de Lajas, nunca han necesitado de un aeropuerto para aterrizar porque sus platillos voladores súper doopers se posan como aves en el lugar donde quieran, incluso dentro del mar, como algunos alegan, lo han estado haciendo subrepticiamente porque no quieren delatarse, y de pronto, uno de ellos, viajando a una velocidad de miles de años luz en su platillo de cuarzo revestido de diamante modelo XZTY, ve según se acerca a Lajas una plasta gigantesca de cemento. En un acto de brutalidad espacial, E.T. decide aterrizar en el ovnipuerto, su nave se fastidia por los hoyos y cráteres que de seguro ya tendrá la pista y es capturado poniendo en peligro miles de años de secretos espaciales. Claro está, en ese momento, desde el planeta @#45&64 enviarán un rayo láser de acero mezclado con orines que matará al E.T. bruto para que no hable, devastará el valle de Lajas, y secará las aguas de la Bahía de la Parguera, con todo y dinoflagelados. ¡Gracias a Dios que vivo en Cayey!

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