viernes, 26 de marzo de 2021

El amor a color

 Te quiero. Tal como eres y sin conocerte. Porque eres especial. Un ser maravilloso que no necesita ser cambiado por nadie. Acepta y abraza tu identidad biológica, que está esculpida indeleblemente en tu genética y te hace una persona especial y única. Te amo.

Te quiero porque cuando nos concibieron llevábamos el mismo destino: el óvulo que nuestras madres liberaron ya llevaba instrucciones precisas: todos seríamos mujer, que es el estado biológico pre-programado de la humanidad. Lo único que podía alterar ese programa sería una pequeña proteína producida por el cromosoma Y, que poseen los hombres. Esa proteína, SRY, es producida como a los dos meses de la fecundación. De forma sencilla, si el óvulo de una mujer es fecundado hoy por un espermatozoide con el cromosoma sexual Y, el embrión resultante comenzará a desarrollarse como si fuéramos mujeres. Es a los dos meses que, ante la producción e influencia de SRY, el embrión detiene su desarrollo femenino y comienza el masculino. Para entonces, sin embargo, los hombres quedaremos con vestigios y evidencia de nuestro destino original biológico: nuestros pechos estaban destinados a ser senos para la producción de leche, y ahora los tenemos sin ninguna función biológica. Algo así como senos atrofiados. Además, SRY causa que lo que sería nuestro clítoris se desarrolle más para dar lugar a un pene, y que lo que serían nuestros ovarios se desarrollen en testículos.
SRY tiene otra función importante, y es que activa genes que participan en la masculinización del cerebro, y su ausencia resulta en la feminización de este. Ya saben, los hombres son de Marte y las mujeres de Venus. Ahora bien, ¿qué tal si la proteína SRY se produce en dosis más bajas, y el proceso de masculizinación no se completa? ¿Acaso esto no abre la posibilidad a que el desarrollo sexual biológico permita grados de masculinización, o puesto de forma más clara, de feminización basado en cuánta SRY se produce? Eso abre la posibilidad a que el concepto género, masculino o femenino, se debe repensar. Ya no podríamos ver el concepto de sexualidad en blanco y negro, sino en una gama de posibilidades y colores, dependiendo de cuánto SRY u otras moléculas aún no identificadas participen en nuestro desarrollo sexual.
Esto es como el color de la piel. Los humanos no venimos en dos versiones, blancos y negros, sino que esos “colores” representan los extremos de una gama maravillosa de adaptaciones biológicas que incluyen todas las tonalidades posibles. Lo mismo con la orientación sexual: todos los grados de atracción entre los humanos deben ser aceptados, porque están predeterminados antes de nacer. La homosexualidad, por tanto, no es una orientación que fue escogida, sino programada genéticamente. No necesita cura porque no es una enfermedad. Es una diferencia. Es como el arcoíris. Vemos sus colores principales, pero si observamos bien hay un continuo entre los extremos del rojo y el violeta.
Sonrío mientras escribo esto porque, aunque muchos de los que predican un amor divino gritan que te odian, tienes el apoyo de los que te amamos, no en blanco y negro, sino a color. A lo mejor a eso se refería Edith Piaf cuando cantaba “La vida en rosa”.



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