Estar Sin Internet

Llevo unas dos semanas sin internet en mi casa. Por razones ajenas a mi voluntad, por supuesto. Así que cuando llego a mi casa hago cosas como hablar más con mi familia, leer un buen libro, y hasta sentarme afuera a ver las estrellas. Por si fuera poco un árbol de Ilán Ilán está perfumando todo mi patio. Por eso escribo menos en este blog. Y me siento más tranquilo porque sé que si alguien me envía una de esas cartas electrónicas que nos sacan del balance natural de las cosas, de la homeostasis del alma, no será hasta el otro día, fuera de mi hogar, que me enteraré.

Hasta me he regalado unos audífonos bloqueadores de sonido. Me compré unos Bose QuietComfort 3, porque como decía aquel comercial de champú, "yo me lo merezco". Cuando me los pongo si alguien me habla de frente sólo veo sus labios moverse mientras escucho a Héctor Lavoe, cuyos discos he desempolvado tras el frenesí reciente por su música.

Estoy considerando colgármelos al cuello en el trabajo y cuando a lo lejos vea a una de esas personas amargadas que vienen a contarte sus amarguras para que se amargue tu propia vida entonces encender el botoncito que me permitirá protegerme. La persona me hablará de sus desventuras y dolores de cabeza y yo asentiré mientras en mis oidos suena Héctor:

Vamos a bailar la murga, la murga de Panamá...