Se pusieron los huevos a peseta

El domingo temprano en la mañana me dirigí a un colmadito cercano a comprar huevos. “¿Cuánto cuestan los huevos?”- le pregunté al dependiente. _”A peseta cada uno”, me contestó. Sentí un mareo histórico y me agarré del mostrador. Me vino como un viento recio el recuerdo de Papá Agustín, mi abuelo, cuando para señalar que algún día vendría una hecatombe decía -“se van a poner los huevos a peseta”-.

Ayer eché gasolina a 97.7 centavos el litro de gasolina regular. El aceite que costaba dos pesos está a seis, los plátanos están a peso, y nos está llevando el diablo. ¿Qué está pasando aquí? ¿Qué fuerzas económicas, qué dioses capitalistas, han decidido de pronto que el barril de petróleo crudo se dispare en cuestión de meses y que los alimentos dupliquen y tripliquen su precio? Y no me vengan con el cuento chino de que es China e India que de pronto se lo están chupando todo. Esa falacia ha sido ampliamente desmentida con evidencia de que eso es, en gran medida, un mito de las superpotencias europeas y Estados Unidos para mantener su dominio económico. Sospecho que la guerra en Irak es altamente responsable del asunto. De ser así, la nación norteamericana está cavando su propia tumba y los terroristas del 9/11 habrán logrado su propósito más allá de la caída de las torres gemelas. Esto es así porque lo que está sucediendo es una transferencia acelerada de la riqueza de las superpotencias a las naciones productoras de petróleo como Arabia Saudita, Irán, Rusia y Venezuela, entre otras. De hecho, según algunos expertos cuando el crudo llegue a $200.00 el barril la OPEP podría comprar el Bank of America con la producción de un mes, la compañía Apple con la producción de una semana, y a General Motors con la producción de tres días.

Estamos al borde de una catástrofe mundial, de seguir las cosas como van. Es por eso que me parece que raya en lo criminal que los políticos puertorriqueños, en su gran mayoría, no estén tomando medicadas para paliar lo que se avecina. Raya en lo criminal que no nos hayan provisto con un sistema de transportación masiva que rompa con nuestra dependencia de los vehículos y la gasolina. Raya en lo criminal que hayan dejado caer la agricultura y no hayan hecho nada para revivirla. Ahora mismo están a punto de aprobar una ley de incentivos económicos que no atiende el asunto de la producción de nuestros propios alimentos, un asunto de seguridad nacional. Mientras tanto siguen cobrando sus jugosas dietas y perdiendo el tiempo en estúpidas peleas partidistas.

El único recurso que tenemos inmediatamente es aceptar nuestra realidad de pueblo consumidor en exceso y apretarnos los cinturones. A preparar cada cual su propio huerto. A compartir los vehículos hacia el trabajo. A dejar la comida chatarra y cocinar nuestras propias comidas, que es más saludable y sabe mejor.

Esto y más tenemos que hacerlo porque llegó el temido día: se pusieron los huevos a peseta.