Amaris, mi hija mayor, está en China. En estos días me llamó desde Pekín y luego de Shanghai. Sólo lo escribo para resaltar la evolución de la cosa (y por supuesto mi orgullo de padre). A su edad (17 años) estas oportunidades no existían para mí. Por supuesto ella viaja como estudiante excepcional (evolución otra vez).
El año pasado estuvo en Austria, Hungría y en Praga, República Checa. Me llamó desde la Plaza de Wenceslao, donde yo había había estado unos años atrás, escenario principal de la revolución de la primavera del 1968. Me llamó desde el puente de Carlos (Karlovi Must) medieval. No coincidimos en el tiempo pero sí en el espacio.
No es la primera vez que esto me pasa. El 1 de mayo del 2003 los puertorriqueños abrimos los portones que nos prohibían el paso a las tierras violadas de la Isla Nena, nuestro querido Vieques. Sacamos a la Armada de los Estados Unidos de allí. Los miles de puertorriqueños que estábamos en el lugar corrimos a la tierra prometida cantando, riendo y llorando. Era nuestro pequeño muro de Berlín. Y Amaris y Patricia corrieron conmigo en espíritu. Y Camila y Claudia que llegarían después. Guardo los pedazos de alambre de la tierra hasta entonces prohibida. Algún día, espero que pronto, reuniré a mis hijas, les enseñaré los alambres y entenderán que aquella noche ellas entraron al Vieques liberado conmigo.
El año pasado estuvo en Austria, Hungría y en Praga, República Checa. Me llamó desde la Plaza de Wenceslao, donde yo había había estado unos años atrás, escenario principal de la revolución de la primavera del 1968. Me llamó desde el puente de Carlos (Karlovi Must) medieval. No coincidimos en el tiempo pero sí en el espacio.
No es la primera vez que esto me pasa. El 1 de mayo del 2003 los puertorriqueños abrimos los portones que nos prohibían el paso a las tierras violadas de la Isla Nena, nuestro querido Vieques. Sacamos a la Armada de los Estados Unidos de allí. Los miles de puertorriqueños que estábamos en el lugar corrimos a la tierra prometida cantando, riendo y llorando. Era nuestro pequeño muro de Berlín. Y Amaris y Patricia corrieron conmigo en espíritu. Y Camila y Claudia que llegarían después. Guardo los pedazos de alambre de la tierra hasta entonces prohibida. Algún día, espero que pronto, reuniré a mis hijas, les enseñaré los alambres y entenderán que aquella noche ellas entraron al Vieques liberado conmigo.
Edwin: Felicidades (atrasadas) a un padre orgulloso de sus cuatro hijas. No es para menos.
ResponderBorrarTienes razón en que nuestros hijos e hijas son mejores, esa es la esperanza.
Feliz día de los padres y felicidades a tus hijas por hacerte sentir orgulloso de serlo.
ResponderBorrarIvonne e Ixia:
ResponderBorrarGracias. Mis hijas serán mi legado a la patria. Bellas, inteligentes y bien puertorriqueñas.