En Cien Años de Soledad, Aureliano Buendía y su tía Amaranta Úrsula tuvieron un hijo que nació con una cola de cerdo. Poco después Aureliano descifraría los pergaminos del gitano Melquíades y entendería la gran profecía: "el primero está atado a un árbol y al último se lo están comiendo las hormigas." Lo que a primera lectura podría parecer inverosímil, en el realismo mágico del magnum opus de Gabriel García Márquez lo ficticio se difunde en realidad. Atavismo es el nombre que se le da al fenómeno por el cual se desarrollan estructuras físicas que no corresponden a un organismo. Por ejemplo, ha habido casos documentados de gallinas con dientes, ballenas y delfines con patas traseras y, como en el caso trágico del hijo de Aureliano y Amaranta, humanos con cola.
El atavismo se debe a la aparición de estructuras que pertenecían a los ancestros evolutivos de un organismo. Genes que han mutado o han sido silenciados por algún mecanismo en el proceso de desarrollo son expresados nuevamente. En el caso de los humanos desarrollamos un rabo durante las primeras semanas dentro del útero, pero el mismo se retrae porque las células que lo forman se autodestruyen por un proceso llamado apoptosis. El mismo está regulado en ratones por el gen Wnt-3a pero en los humanos se ha encontrado un gen idéntico que, con toda probabilidad, lleva a cabo la misma función. Cualquier alteración en su función podría resultar en el desarrollo de un rabo verdadero (hay casos donde se forman pseudorabos debido a malformaciones, como es el caso del meningocele).
Se han reportado casos de gallinas que desarrollan dientes, delatando su evolución a partir de los dinosaurios. De hecho, podemos decir que los dinosaurios no se extinguieron, sino que sobreviven a través de las aves. Se han descubierto fósiles varios dinosaurios que muestran la transición hacia las aves, tales como los que volaban y tenían plumas.
Los cetáceos, o mamíferos marinos, tuvieron un pasado terrestre. Estos incluyen a las ballenas, delfines, manatíes y dugongs, entre otros. También incluye a animales que están en el proceso de mudarse completamente hacia el mar, aunque no han completado la transición, como las focas, morsas y el oso polar. Las razones por las que regresaron al mar aún no están claras. Sin embargo, delatando su pasado terrestre, a veces alguna ballena o delfín desarrolla patas traseras. El evento es sumamente raro pero ha sido debidamente documentado. De hecho, algunas especies de ballenas conservan huesos pélvicos.
El atavismo es una prueba irrefutable de que somos productos de la evolución. No espere encontrar pajaritos preñados o vacas voladoras, pero no le extrañe si algún día pasa por una finca y le sonríe alguna gallina mellá.
Edwin Vázquez de Jesús, Ph.D.
Departamento de Biología
Universidad de Puerto Rico en Cayey
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