jueves, 25 de febrero de 2016

Uain

Al final, consciente de la inminencia, midió la energía que le quedaba, sumó y restó. Solo le daba para emitir una última palabra, monosilábica si acaso. Ni siquiera veía, pero sabía que los alrededores de su cama habían sido colonizados por la tradicional sarta de hipócritas que buscaban añadir, a través de la apariencia de un pésame, puntos a sus insignificantes vidas. Gusarapos. Tomó un último respiro y soltó, como un dejo, su último sonido. "Wine", dijo (uain, escuchó la sarta). Y así el patriota, el luchador por la independencia, el corrector del lenguaje, murió diciendo una palabra en el lenguaje del invasor. Pero murió tranquilo, sabiendo que se contestaba a sí mismo qué le había dado mayor placer en la vida. Y lo dijo en inglés porque, si algo tenía claro, era que la sarta de pendejos alrededor de él pensaría, si decía vino, que algún ser divino llegó a acompañarlo al más allá.
©Edwin Vázquez de Jesús

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