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domingo, 4 de enero de 2009

Los Nuevos Viejos Secretarios

Luis Fortuño acaba de nombrar a Carlos Chardón como Secretario de Educación y a Jaime Rivera Dueño como Secretario de Salud.  De Rivera Dueño habló Angel Corcino Maurás, quien durante el juicio en el 2000 que llevó a prisión a Yamil Kourí por robarle dinero a los pacientes de SIDA, declaró que varios de los cheques que se usaron para desviar fondos del Instituto fueron firmados por Rivera Dueño.

De Carlos Chardón habló el propio Chardón, quien acaba de declarar (cito de Primera Hora) "Eso (la educación del inglés) no se lo podemos negar a Puerto Rico. Es un acto de traición a nuestro pueblo", apuntó Chardón, quien opinó que todo estudiante debe aprenderlo porque "ayuda al desarrollo de un ser humano culto y de una personalidad completa".  

Mon Dieu!  Los pobres incompletos latinoamericanos y españoles del mundo que no hablan inglés.  Muchos hablarán otros idiomas, como el francés, italiano, alemán o lenguas americanas nativas.  Pero tienen una personalidad incompleta, los pobres.


El nombramiento de Chardón representa la politización total que le faltaba al Departamento de Educación de Puerto Rico.  La política pública educativa no estará dictada por la necesidad de educar bien a los estudiantes del país sino por la intención de usar la educación como arma de asimilación, cosa que se está haciendo desde el siglo pasado pero que ahora cobrará un ímpetu mayor.  

Basta con saber que Chardón es un activista político pro estadidad y que sus decisiones estarán dictadas por esa creencia.  Tan es así que ha participado activamente en impulsar la causa estodoísta en Puerto Rico y Estados Unidos.  Por ejemplo, fue Chardón quien representó esa posición en un debate llevado a cabo en la Escuela de Asuntos Públicos de la American University en Washington.  

"Juntos hacia el cambio", dice la página electrónica de campaña de Luis Fortuño.  Me encantaría que alguno de los que lo apoyaron a capa y espada me explique cómo estos dos nombramientos propenderán al cambio que él predicaba.  What gives? Explíquenme en la sección de comentarios.  Please?  Nice.

FIN DEL POST.

sábado, 8 de diciembre de 2007

Cosas Que Mister Colón(ia) No Me Enseñó

La mayor parte de las cosas que aprendí en la escuela sobre Puerto Rico las aprendí por mí mismo. La razón es sencilla: nunca me las enseñaron. Para colmo cuando fui a la universidad sólo me requirieron un curso de un semestre sobre historia de Puerto Rico. Hice un bachillerato en biología con una concentración menor en pedagogía en ciencias. Entre los requisitos para solicitar la licencia que expide el Departamento de Educación estaba, y aún está, un curso de sólo un semestre de historia de Puerto Rico más un curso de un semestre de historia de Estados Unidos. Nuestro sistema de enseñanza nos ha llevado el mensaje subliminal de que la historia de Estados Unidos tiene la misma importancia que la nuestra. Es parte de una estrategia de americanización de los puertorriqueños a través de la educación. Es como el yodo que se le echa a la sal para asegurarnos de que obtengamos ese elemento.

Luego estaba el adoctrinamiento social donde todo lo americano (entiéndase estadounidense, que americanos somos todos) era grande y bueno. Los huevos grandes eran americanos, aunque fueran de gallinas jayuyanas. Las avispas grandes eran americanas también aunque volaban en nuestros campos. Si eras alto y rubio parecías americano aunque fueras de Lares con un fenotipo heredado directamente de Las Canarias. Sólo en Estados Unidos nevaba, a juzgar por las fotos y las discusiones del “weather” en el salón. Y la nieve era tan sublime que los puertorriqueños estaríamos condenados al sufrimiento de jamás poder tocarla. Por eso Doña Felisa Rincón de Gautier, cuando era alcaldesa de San Juan, trajo nieve a Puerto Rico, para que los niños pobres pudieran jugar en ella. Por supuesto que el rubio sol de Borinquen se encargó de convertir aquella pila en una plasta resbalosa y derretida, con el mensaje poderoso, que pocos captaron, de que aquí hay cosas mejores. Sí porque nunca, o poco, nos hablaron de las bahías bioluminiscentes, mucho más gloriosas que la nieve pasajera e invernal y que no existían en Estados Unidos. Ni del Bosque Seco de Guánica, que por poco destruyen con un Club Med que harían por el lugar. Sabíamos que había cavernas en Camuy pero nada del significado ambiental de éstas ni que son de categoría mundial. De la zona del Karso, una de las pocas del mundo, nada. Del maravilloso origen volcánico de Puerto Rico, nacarile del oriente.

Simón Bolívar pisó suelo boricua en Vieques y no nos lo dijeron. La policía local, controlada por el gobierno americano, llevó a cabo masacres en Río Piedras y en Ponce, entre otras, y en la escuela lo callaron. La legislatura de Puerto Rico, presididida por José de Diego, rechazó la ciudadanía americana impuesta en el 1917 y no nos enteramos. Nos dijeron que en Puerto Rico no hubo una invasión en el 1898 sino un cambio de soberanía. Nunca nos dijeron que durante la primera mitad el siglo veinte, bajo el dominio americano, Puerto Rico era el país más pobre de todo el Caribe. Se le conocía como “The Poorhouse of the Caribbean”. No nos dijeron que el largo de vida promedio rondaba los 40 y pico de años. La gente moría de disentería, tuberculosis y malnutrición. Bajo el gobierno de los Estados Unidos, por supuesto. Que los americanos decretaron que toda la enseñanza en las escuelas públicas sería en inglés solamente, prohibiendo así el español en el sistema educativo. De ahí surgió la inspiración para el cuento Santa Cló va a la Cuchilla, de Don Abelardo Díaz Alfaro. Callaron el hecho de que Pedro Albizu Campos, ante esta situación, se levantó en armas con un puñado de seguidores, contra el imperio más poderoso de la tierra. Y callaron que a Don Pedro lo mataron irradiándolo con isótopos radioactivos.


Nos despojaron del conocimiento de la gloriosa lucha conjunta de cubanos y puertorriqueños durante la Guerra de la Independencia del hermano país. No nos dijeron que en Cuba hay héroes boricuas enterrados. Sí nos dieron a entender que, después de Satanás, Fidel Castro era lo peor que le había pasado a la humanidad. Del corrupto dictador cubano Fulgencio Batista no nos hablaron. Nos ocultaron que Cuba cuenta con el mejor sistema de salud del hemisferio. Sabíamos que nuestro regimiento 65 de Infantería había sido famoso porque nombraron una avenida en honor a ellos. Pero no nos dijeron que los americanos los usaron como carne de cañón en la Guerra de Corea. Los mandaban al frente a conquistar colinas, y los americanos blancos atrás esperando a que los boricuas les hicieran el trabajo.

Ocultaron el hecho de que nuestras mujeres fueron usadas como conejillas de Indias para experimentos con la pastilla anticonceptiva. Vinieron aquí porque en Estados Unidos se lo prohibieron a Pincus y asociados. Pincus et al. manipularon resultados e ignoraron informes de que las dosis que estaban administrando estaban causando serios efectos secundarios e incluso la muerte. No nos enteramos de que en la antigua Escuela de Medicina Tropical el Dr. Lorenzo Galindo enviaba cadáveres robados a Estados Unidos durante los 1960’s para el Proyecto Sunshine del gobierno de Estados Unidos. No nos hablaron de La Operación, proyecto del gobierno popular de Luis Muños Marín que resultó en la esterilización de casi un tercio de nuestra mujeres en edad reproductiva, sin que la mayoría de éstas se enteraran. El control forzoso de la natalidad en Puerto Rico, auspiciado por el gobierno de Estados Unidos, es un acto inconcluso de agresión nacional que no ha sido debidamente investigado. Por supuesto ocultaron también los asesinatos de ocho puertorriqueños a manos del Dr. Cornelius P. Rhoads, inyección de sustancias radioactivas a pacientes en el antiguo Hospital de Veteranos, y los experimentos con el agente naranja en nuestros bosques, entre muchos otros. Aún hoy lo hacen. Recientemente nos enteramos de que se está probando una vacuna contra el dengue usando a puertorriqueños como organismos experimentales.

No aprendí estas cosas porque los cursos de historia de Puerto Rico terminaban en el 1898 con el “cambio de soberanía”. Desde esa fecha en adelante no había historia puertorriqueña, salvo uno que otro evento subrayado como el establecimiento del Estado Libre Asociado en el 1952 y…no recuerdo otro. Así fue que crecí como un ser colonizado. Esa costra que te tapa los sentidos y te hace creer inconcientemente que aquellos son, por razones divinas, superiores. Hasta que te das cuenta de que Diego Salcedo es tan mortal como tú. Algunos hemos tenido la suerte de ver. La venda de los ojos fue quitada por algún evento o experiencia que te hace cuestionar las cosas. Alguna anomalía de lo establecido, como diría Thomas Kuhn. En mi caso fue el irme a estudiar a Estados Unidos. No tuve una experiencia reveladora como Pablo el perseguidor de cristianos cuando se cayó del caballo.

Fue difusión y ósmosis. Fue la vez que, recién llegado de Puerto Rico, hice mi primera compra en un supermercado. Pagué con cheques de viajero de American Express, “as good as money”. La cajera me envió a ver al gerente para la aprobación de rutina. Al ver mi identificación, licencia de conducir de Puerto Rico, me dijo que no podía aceptarla. Le custioné, le dí un mini curso de relaciones políticas entre los dos países, y de Finanzas 101 (eran cheques de American Express, por el amor de Dios) y no se inmutó. Regresé a la cajera y le dije que guardara la compra porque no me la podía llevar. Ella no lo podía creer lo que me hizo pensar que no todos los americanos eran tan malos como el gerente infernal aquel. Días después fui a la estación de correo a cambiar un giro postal que me habían enviado. El cajero cartero no me lo quiso cambiar porque era de Puerto Rico. Le expliqué que no, que era de ellos, del Servicio Postal de Estados Unidos, porque ni eso podemos tener en nuestro país. Se negó a cambiarlo.

Fue también la vez que para abrir una cuenta de banco me pidieron la tarjeta verde. Le expliqué que los americanos nos habían hecho ciudadanos americanos. Yo había nacido en New Jersey pero nunca me acordaba de esto e insistía que todos los nacidos en Puerto Rico éramos ciudadanos de Estados Unidos. Fue la noche que fui con una amiga a una especie de café teatro puertorriqueño en El Barrio. De pronto hizo su entrada Juan Antonio Corretjer. Lo invitaron a la tarima y en medio del discurso le pasaron un papelito. Entonces anunció emocionado que el Ejército Popular Boricua, Los Macheteros, lo acababan de nombrar Comandante. La lotería de la historia hizo que me pegara aquella noche pues terminado su discurso se sentó en mi mesa y tuve la oportunidad de intercambiar algunas palabras con él.

Fue el día que el profesor de un curso graduado de Hematología nos entregó las notas. Casi todo el mundo había fracasado y sólo había tres calificaciones de A. Las habíamos sacado los tres puertorriqueños del grupo. O fue cuando le entregaron al Dr. Paul Margolin (QEPD), quien era mi mentor de tesis, mi calificación en el examen escrito doctoral. Yo no estaba presente pero Walid Samarrai, mi amigo iraquí, estaba y vio cuando el otro profesor le dijo al Dr. Margolin “seems like he passed” (parece que lo aprobó), le tiró mi examen sobre el escritorio y se fue. El “seems like he passed’ fue que me enteré a los pocos días que había sacado la calificación más alta de todo el sistema de City University of New York ese año. Lo que me salvó fue que no se ponía el nombre sino un apodo de tal manera que los que lo corregían no sabían que aquél era mi examen y presumieron que era uno de los de ellos.

La gran mayoría de los puertorriqueños en esta isla no entiende el nivel de discriminación a los que son sometidos los boricuas en Estados Unidos. Y no importa si eres blanco y rubio. Irónicamente ellos tienen muy claro algo que en Puerto Rico no se entiende. Somos gente diferente no por el color de la piel sino por la envidiable carga histórica que nos otorga el ser una nación. Y es cuando reconoces eso que el vendaje se cae. La costra se despega. Entonces recibes el bautismo nacional que se manifiesta no en lenguas extrañas sino en una fuerza y un orgullo que se te mete por los pies, te pasa por el corazón y retumba en la cabeza como una bomba. Y al ritmo de tambores africanos mezclados con ritmos ibéricos y alabanzas taínas a Yuquiyú levantas lentamente la mirada, posas los ojos en las pupilas del colonizador y le preguntas: “¿Qué es lo que te pasa a ti”?

© Edwin Vázquez de Jesús
Universidad de Puerto Rico en Cayey

miércoles, 13 de junio de 2007

La Pobreza y la Importancia de la Educación

Según in informe del Centro para la Nueva Economía (CEN) más de 200,000 trabajadores en Puerto Rico viven bajo los niveles de pobreza establecidos por la Oficina federal del Censo pese a recibir un salario producto de su esfuerzo (lea la noticia AQUÍ).

La tasa de trabajadores pobres es más alta (42.1%) entre las personas que no terminaron el grado 12. El 28.2% de los graduandos de escuela superior son pobres. De aquéllos que terminaron un grado asociado, un 13.4 son pobres, y de los que concluyeron el bachillerato*, sólo 4.4% son pobres.
Un 1.3% de los que culminan la maestría son pobres y sólo un 0.9% de los que tienen doctorados están en esa situación.

* En Puerto Rico se le llama bachillerato a un grado universitario de cuatro años (lo que en otros países llaman licenciatura).

jueves, 4 de enero de 2007

Descubren La Fuente de la Juventud

¿Qué cosas podemos hacer para vivir más? ¿Cuál es la verdadera fuente de la juventud? Varios estudios recientes confirman cuál es el factor más importante que alarga la expectativa de vida. Y los resultados han sido sorpresivos. El único factor que aumenta los años de vida, independientemente de si una persona es rica o pobre, negra o blanca, flaca o gorda es el nivel de educación . En otras palabras, entre más estudian las personas más tiempo viven. Y los efectos pueden ser sorprendentes.

La Dra. Adriana Lleras Muney, de Princeton University, hizo una tesis doctoral mientras estudiaba en Columbia University en la cual investigó el efecto de la educación en la longevidad. Usó datos del Censo Federal de Estados Unidos de estados donde se hacía compulsoria la educación por seis años y que luego la cambiaron a siete. Una de las preguntas era: ¿habría una diferencia entre la expectativa de vida de los estudiantes que sólo llegaron hasta sexto grado versus los que llegaron a séptimo? La respuesta fue sorprendente. Los que estudiaron hasta séptimo grado tenían una expectativa de vida de un año y medio más que los que llegaron sólo a sexto. Su artículo fue premiado y publicado en la revista “Review of Economic Studies” (oprima AQUÍ para leer el artículo, en inglés).

La Dra. Lleras Muney ofrece una explicación plausible: “la gente con poca educación, como grupo, no pueden planificar para el futuro y retrasar sus gratificaciones. Si esto es cierto eso podría explicar, por ejemplo, las difere, ncias significativas en las tasas de fumar entre los más y los menos educados (los primeros fuman mucho menos, como grupo).

Ahora se están llevando a cabo a través del mundo sobre el impacto de la escolaridad en la longevidad. Quizás el caso más sorprendente es el de Bangladesh, donde las personas que tienen dos años de educación viven en promedio diez años más que los que sólo tienen uno.

Independientemente de las razones por las cuales el nivel de educación contribuye a la longevidad, y se sabe que hay muchos otros factores, el hecho es que tiene un efecto demostrable. Si es porque el que estudia más se cuida más, o aprende a comer mejor, o establece mejores destrezas de comunicación y se mantiene en círculos sociales de apoyo, o la razón que sea, la realidad es que ahora tenemos otra razón poderosa para apoyar la educación.

Lea más sobre el tema AQUÍ.

El cuadro es La Escuelita del Maestro Cordero, del pintor puertorriqueño Francisco Oller.

Lea pronto en este blog: La Paradoja Hispana: ¿Por Qué los Hispanos Viven más que los Demás Grupos Étnicos/Raciales en los Estados Unidos?

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sábado, 19 de agosto de 2006

Este País Está Mejor de lo Que Pensamos

Cometí el error usual de encender el televisor y ver las noticias locales. Habían comenzado las clases y los periodistas habían vuelto a su ritual anual. Buscaron dos o tres escuelas fuera de condiciones y formaron todo un argumento sobre cómo el Departamento de Educación no estaba preparado para el inicio del semestre. Que si faltaba pintura, baños dañados, escuelas con basura. Todos los años la misma cantaleta. Claro que todas las escuelas reseñadas eran del Área Metropolitana de San Juan porque los reporteritos no tienen tiempo de desplazarse más allá de un radio de par de millas de la estación.

Hoy participé de una actividad con unos cincuenta maestros de las regiones educativas de Caguas y de Ponce. Había varios directores presentes. Estamos estableciendo lazos de cooperación entre ellos y la universidad. Como pares. Como colegas. Todos tenemos el mismo propósito. Mejorar la enseñanza de ciencias y matemáticas en Puerto Rico. Nos hablaron de sus problemas. Nos hablaron de sus preocupaciones. Nos hablaron de sus retos. Pero lo que permeó fue un positivismo contagioso. Una pasión por la enseñanza. Un compromiso irreductible. Entonces pensé que los reporteritos no lo son. Son reporteros los que reportan la realidad del país. Hay problemas, eso está claro. Pero hay soluciones. Hay miles de cosas trascendentales sucediendo todos los días. Que hay dos o tres escuelas con problemas no es un secreto. Que tampoco son dos o tres sino muchas más. Lo que sucede es que para los reporteritos no es materia de primera plana que María, la de los padres divorciados y que vive en la pobreza extrema, lleva años sobresaliendo en la escuela. Ni que Juanito, en un ambiente donde permea la droga y la violencia, ha decidido en la oscuridad de su cuarto que él saldrá de allí hecho un profesional. Ni que la maestra Marta, en algún rincón de la nación, gasta de su dinero para comprar los materiales pedagógicos que por las razones que sean no llegan a su escuela.

Los maestros hablaron entusiasmados de lo que sucede en sus escuelas. Pero más que sus palabras me impactó su energía. La seguridad que destilaban de que lograrían sus propósitos. Entonces me llegó la oración completa y redonda. Nos gusta flagelarnos y criticarnos, resaltar todo lo negativo pero no cabe la menor duda, no importa lo que digan los reporteros. Este país está mejor de lo que pensamos.