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viernes, 26 de febrero de 2010

Tercera Cumbre de la Historia de las Ciencias de la Salud

Tengo el inmenso privilegio de haber sido invitado como panelista a la III Cumbre de la Historia de las Ciencias de la Salud.  A continuación la descripción de la actividad y copia del programa:



III CUMBRE DE HISTORIA DE LAS CIENCIAS DE LA SALUD

Ateneo Puertorriqueño
Sala de Conferencias y Usos Múltiples
Puerta de Tierra
San Juan

Martes, 23 de marzo de 2010
8:00 a.m. a 6:00 p.m.

El Instituto de Historia de las Ciencias de la Salud (IHICIS), ubicado en el Decanato de Asuntos Académicos bajo un acuerdo de colaboración con la seis Escuelas del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico, presenta la III Cumbre de Historia de las Ciencias de la Salud. La Cumbre de Historia constituye una oportunidad para el análisis crítico de temas y asuntos históricos vinculados a la salud. El evento viabiliza el intercambio de profesionales, académicos e investigadores que profundizan en aspectos históricos desde las perspectivas sociales e institucionales de las profesiones y las disciplinas vinculadas a la salud.


La III Cumbre de Historia de las Ciencias de la Salud integra las actividades del Foro Anual de Investigación y Educación organizado por el Decanato de Asuntos Académicos del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico.



Para información e inscripciones:
IHICIS, Decanato de Asuntos Académicos,
Recinto de Ciencias Médicas,
Universidad de Puerto Rico
PO Box 365067, San Juan, Puerto Rico 00936-5067
Tel. (787)758-2525, Ext. 1656 y Fax. (787) 758-2556
yvonne.acosta@upr.edu

InvitacionIII

martes, 13 de enero de 2009

La Universidad de Puerto Rico, Cómplice del Colonialismo

Los puertorriqueños no conocen su historia.  Y no la conocen porque no se les ha enseñado.  De hecho se les ha ocultado.  Esta terrible conspiración para negarle a un pueblo el derecho de conocerse así mismo se debe a una complicidad del gobierno de Estados Unidos con el de Puerto Rico, desde el mismo momento de la invasión estadounidense en el 1898.  La razón es obvia:  la ignorancia mantiene a los pueblos sumisos y arrodillados.  Es una venda que oculta todas las gestas históricas de nuestros hombres y mujeres que estuvieron dispuestos, y muchos así lo hicieron, a dar la vida por la libertad de Puerto Rico.  Eso no nos lo enseñaron. 

El principal instrumento que han usado para mantenernos en este oscurantismo histórico es el sistema de educación pública.  Los jóvenes que se gradúan de cuarto año son prácticamente analfabetos de su historia.  Por supuesto que el Departamento de Educación Pública, controlado por los partidos coloniales de turno, no harán nada para remediar esta situación.  Pero lo que es dolorosamente bochornoso es que la Universidad de Puerto Rico (UPR) se haya prestado para este juego.  Ha entregado así su verdadera razón de ser, que debe ser producir ciudadanos cultos, orgullosos de su nación y capaces de cuestionar todo lo que se les dice. 

Esta denuncia no parte de un prejuicio  o de una pataleta nacionalista.  Soy parte de la Universidad, como estudiante que fui de ella y ahora como profesor.  Hablo desde mi propia experiencia y someto la siguiente evidencia para sustentar mi acusación de complicidad. En Río Piedras, el recinto principal de la UPR, si usted aspira a convertirse en maestro de estudios sociales sólo se le requerirán seis miserables créditos de historia de Puerto Rico (HIST 3241 e HIST 3242) de un total de 127 créditos.  Menos de un cinco por ciento.  Por si fuera poco el agravio,  a esos estudiantes se les exigirá precisamente el mismo número de créditos de historia de Estados Unidos (HIST 3111 e HIST 3112). 

En el Departamento de Biología de la  UPR en Cayey, donde enseño, y en los demás departamentos de ciencia, solo se les requiere a los estudiantes tres créditos de historia de Puerto Rico, un compendio ralo que es un insulto a la inteligencia y que no debería tener cabida en una institución superior de enseñanza.  Los profesores que lo enseñan deberían negarse a hacerlo.  Esta es la descripción  según el catálogo de cursos de la institución: 
HIST 3245.  Compendio de Historia de Puerto Rico.  3 créditos. 3 horas. Este curso estudia el desarrollo histórico de Puerto Rico desde su descubrimiento hasta 1952. 
El compendio ese es como una calzo que han metido en el currículo de la mayoría de los departamentos, una plasta académica pegada con saliva para engañar a los estudiantes, que de tanto abuso medíatico, donde les meten hasta por las narices que lo de afuera es mejor, no se dan cuenta de lo que está sucediendo.  Porque para ellos también va la cosa.  Que no les suban el crédito cinco dólares, que nos cierran la Universidad.  Entonces se rasgan, ellos y muchos profesores, las vestiduras.  Pero en el día a día son manipulados con un currículo diseñado para que no cuestionen, contrario a lo que dicen las misiones y metas de todos nuestros recintos, para que no se den cuenta de que están, como en la película homónima, atrapados en una matriz diseñada para perpetuar este sentido de inferioridad nuestra de cada día.

¿No es esto una afrenta nacional?  ¿Acaso se puede cubrir la historia de Puerto Rico en un cursito, un compendio, que se reúne por tres horas a la semana durante un semestre?  ¿Es que después del 1952 Puerto Rico dejó de tener historia?  ¿Qué sucedió en esa fecha que, o nos quieren ocultar, o les causa bochorno discutirlo?  ¿Qué pasa con los colegas profesores de este país que no han gritado, no han sufrido un patatús de indignación y en su lugar se han revolcado en la complacencia colonial?  Y no es sólo en el Departamento de Biología.  Ni sólo en Cayey o en Río Piedras.  Es en todos los recintos, en todos los programas.  Ídem en las universidades privadas.  De hecho en algunos programas académicos no tiene que tomar nada de historia.

De ahí surgen los analfabetas culturales, gente agachada, que cree que el idioma inglés es superior al español, abochornados de lo nuestro, y que a lugares como la plaza de Guayama ahora le quieren llamar el "Downtown",  y a la calle principal "Main Street".  O como los de Guaynabo, donde tienen la "Guaynabo City Police".

En la Academia somos culpables también de que se nos esté cayendo el país encima.  Sé que hay voces que claman en el desierto, hay luces en la oscuridad que iluminan nuestro entendimiento y nos señalan el camino, pero la mayoría es una masa silente que vive el día a día y calla en una conspiración de silencio cuyo único propósito es adormecer al puertorriqueño.  Yo me cansé.  Voy a gritar y empezaré con el grito obvio: ¡coño, despierta boricua!


Edwin Vázquez de Jesús
Departamento de Biología
Universidad de Puerto Rico en Cayey

viernes, 28 de noviembre de 2008

Los 50 + 50 años borrados

Recuerdo mi primer curso de historia de Puerto Rico.  Fue en la escuela superior, casi doce años después de haber entrado a la escuela y a punto de graduarme para ir a la universidad.  Fue un curso de un semestre.  El semestre siguiente me obligaron a tomar historia de Estados Unidos.

El curso que tomé fue uno disectado de todo evento crucial para la formación de la nacionalidad puertorriqueña.  Nos hablaron de los taínos, los negros, los españoles y la supuesta mezcla de las tres razas que culminarían en un ser superior llamado puertorriqueño.  Porque si algo estaba claro en esos cursos es que los boricuas éramos el ombligo del mundo.  Y que nuestra historia terminaba en 1898.  Ahí terminaba el curso.  Así fue en la escuela superior y en el curso requerido de un semestre de historia de Puerto Rico durante mi bachillerato que exige la Universidad de Puerto Rico (por supuesto con un semestre de historia de Esados Unidos).  Aún hoy día ese es el caso en el primer centro docente del país.  Un bochorno nacional.

Lo otro que nos enseñaron es que los puertorriqueños éramos incapaces de gobernarnos a nosotros mismos. Esta no era una aseveración implícita; era una oración declarativa emitida por el maestro de turno.  La idea era que los Estados Unidos nos hacía un favor al gobernarnos porque nosotros, neandertales caribeños, no podríamos jamás.  

Nos repetían a saciedad que los puertorriqueños nos distinguíamos por ser hospitalarios y pacíficos.  No creíamos en la guerra ni en tomar armas por ninguna razón.  Eso nos dijeron.  Era algo como metido en nuestros genes, una incapacidad biológica para tomar las armas en contra de los opresores.  Eso nos enseñaron.

Nos dijeron que algo terrible había pasado en Cuba y que Puerto Rico estaba en peligro de sufrir el mismo destino.  A mí me decía un maestro en el curso de Estudios Sociales que los cubanos se estaban muriendo de hambre, que no tenían jabón para bañarse y que Fidel Castro era un ser atroz.  Me lo dijeron verbatim.

A mí me dijeron que evitara enseñar la bandera puertorriqueña porque eso era cosa de independentistas, que era lo mismo que comunistas que destruirían nuestro país.  Y los comunistas no estaban muy lejos del infierno.  Eran terroristas esos que enseñaban la bandera de Puerto Rico.  Los maestros querían convertir así a nuestra bandera en un símbolo terrorista.  

Nos dijeron que no teníamos recursos naturales de ningún tipo por lo que la independencia del país sería un disparate.  ¿De qué viviríamos?  Seguramente nos moriríamos de hambre.

La invasión a tiro limpio de los estadounidenses a nuestra nación, que ya ostentaba el carácter de país autónomo, sería ocultada bajo el eufemismo de "cambio de soberanía".  Nos ocultaron que el Senado de Puerto Rico rechazó la ciudadanía "americana" en el 1917.  No nos dijeron que bajo la bandera estadounidense Puerto Rico fue descrito a nivel mundial como el "arrabal del Caribe" ("the poorhouse of the Caribbean").  Nos ocultaron que bajo ellos el promedio de vida no llegaba a los 50 años.  

Jamás nos hablaron de Pedro Albizu Campos y la revolución armada del Partido Nacionalista contra los estadounidenses.  Si hablaban del ataque a la Casa Blair lo hacían como cuando se habla de terroristas atacando al Vaticano.  Nada de los años 1930s y Don Pedro.  Silencio total por ese frente de guerra.  Los 1940's nacarile.  

No nos dijeron que aquí se declaró al inglés idioma oficial en el 1902.  No supimos nada de una Ley de la Mordaza.  Nada de Cornelius P. Rhoads,  de la Masacre de Ponce, del Grito de Jayuya, del asesinato en prisión de Don Pedro con agentes radioactivos.

Nos dijeron que algo maravilloso ocurrió en 1952, cuando nació el Estado Libre Asociado de Puerto Rico.  Con un brochazo borraron 50 años de historia.  

Esto significó que más de una generación de puertorriqueños se crió sin tener una idea sobre la historia de Puerto Rico desde el 1898 hasta el 1952, año donde se establece el actual estatus colonial.  

Por supuesto los cincuenta y pico de años restantes sufrieron un lavado de cara mientras todo el movimiento independentista era severamente reprimido.  Pero eso tampoco nos lo dijeron.

Los que conocemos poco o mucho de la historia de Puerto Rico del siglo XX lo hemos hecho por decisión propia.  El Departamento de Educación de Puerto Rico ha sido el mejor cómplice de los gobiernos  para suprimir nuestra realidad histórica.  Libros hay, pero la mayoría de los puertorriqueños no los conocen.  

He ahí la mayor falla de los grupos independentistas del país.  Es un error común.  Uno se satura de un conocimiento y cree que todo el mundo ve lo que para nosotros es obvio.  No consideramos que el velo que se la ha puesto a nuestro pueblo es tan grueso que no bastan  frases eleccionarias para romperlo.  

Ahí está el gran fracaso del Partido Independentista Puertorriqueño y de todos los grupos independentistas que aspiran a que Puerto Rico sea una nación soberana.  No es yendo una y otra vez a los concursos electorales que la gente apoyará la independencia.  Es a través de la educación que se logrará esto.  Enseñar historia, nuestra historia, rescatar estos pasados 50 años más los 50 adicionales, un siglo de historia perdida, es la única forma en que se logrará.    

Hay sólo tres formas de lograr la independencia de Puerto Rico: educación, educación y educación.

Edwin Vázquez de Jesús

martes, 18 de noviembre de 2008

Fotos Históricas de Puerto Rico Por la Revista Life

Google acaba de abrir un archivo inmenso y rico de fotografías de la revista Life.  Entre las que he encontrado sobre Puerto Rico están las siguientes (oprímalas para verlas más grande):

Foto descrita como "Puerto Rico Riots", November 1950. Esta es una obvia referencia a la rebelión nacionalista del 30 de octubre del 1950 (La Insurrección de Jayuya), que incluyó un ataque a la Fortaleza y dos días después un ataque a la Casa Blair donde dormía Harry Truman, entonces presidente de Estados Unidos. 
Otra foto de los "Puerto Rico Riots" que probablemente muestra nacionalistas apresados:
La siguiente foto es descrita como Puerto Rican Nationalist Pedro Albizu Campos, in jail wearing pajamas ", tomada en noviembre del 1950 tras el Grito de Jayuya.

Foto descrita como Child of sugar plantation workers standing inside shack in slum district." 1943.  Note la botella de alcoholado sobre la mesa, los zapatos y el juego de maracas debajo de esta.  Sobre todo, la paupérrima pobreza de Puerto Rico, el arrabal del Caribe, 45 años después de la invasión norteamericana.  Fue precisamente la toma de las armas por los nacionalistas y sus ataques en Puerto Rico y los Estados Unidos, los que Luis Muñoz Marín usó como arma para convencer a los Estados Unidos de aceptar su propuesta de un "Estado Libre Asociado".  La lección es sencilla: Estados Unidos jamás nos dará nada porque simplemente lo pidamos.  Precisamente por eso más de 60 años después no han concedido nada nuevo.


La siguiente foto descrita como "Children learning English", 1943.  Me recuerda el cuento Santa Clo va a la Cuchilla. El intento de destruir la cultura puertorriqueña a través del sistema educativo fracasó.  La idea era que aquí abandonáramos el español por el inglés.  El español ha sido el arma más poderosa para combatir la asimilación. Por eso cuando hace tiempo el periódico de habla inglesa The San Juan Star usó como propaganda la frase "Por que ser puertorriqueño no es cuestión de idioma", la indignación nacional fue tal que tuvieron que retirar la frase.  Los puertorriqueños seguimos hablando español.  El San Juan Star desapareció.  


La siguiente foto es descrita como "Puerto Rican nationalists, in custody after shooting 5 Congressmen".  El 1 de marzo de 1950 los nacionalistas Lolita Lebrón, Rafael Cancel Miranda, Andres Figueroa Cordero e Irving Flores Rodríguez atacaron el Congreso de los Estados Unidos mientras ondeaban una bandera extranjera, la puertorriqueña, en el símbolo del poder político de los Estados Unidos.  Las miradas de los cuatro denotan la claridad de espíritu que sólo se obtiene con el entendimiento de que nuestros actos son el producto de nuestras convicciones. 

La siguiente foto muestra las cuatro pistolas Luger usadas por los nacionalistas. La foto es un símbolo poderoso y testimonio innegable de que es falso que los puertorriqueños han sido dóciles a través de su historia colonizada.  Nuestra historia nos la han escondido pero no han podido borrarla y cada vez saldrá más a la luz.

sábado, 8 de diciembre de 2007

Cosas Que Mister Colón(ia) No Me Enseñó

La mayor parte de las cosas que aprendí en la escuela sobre Puerto Rico las aprendí por mí mismo. La razón es sencilla: nunca me las enseñaron. Para colmo cuando fui a la universidad sólo me requirieron un curso de un semestre sobre historia de Puerto Rico. Hice un bachillerato en biología con una concentración menor en pedagogía en ciencias. Entre los requisitos para solicitar la licencia que expide el Departamento de Educación estaba, y aún está, un curso de sólo un semestre de historia de Puerto Rico más un curso de un semestre de historia de Estados Unidos. Nuestro sistema de enseñanza nos ha llevado el mensaje subliminal de que la historia de Estados Unidos tiene la misma importancia que la nuestra. Es parte de una estrategia de americanización de los puertorriqueños a través de la educación. Es como el yodo que se le echa a la sal para asegurarnos de que obtengamos ese elemento.

Luego estaba el adoctrinamiento social donde todo lo americano (entiéndase estadounidense, que americanos somos todos) era grande y bueno. Los huevos grandes eran americanos, aunque fueran de gallinas jayuyanas. Las avispas grandes eran americanas también aunque volaban en nuestros campos. Si eras alto y rubio parecías americano aunque fueras de Lares con un fenotipo heredado directamente de Las Canarias. Sólo en Estados Unidos nevaba, a juzgar por las fotos y las discusiones del “weather” en el salón. Y la nieve era tan sublime que los puertorriqueños estaríamos condenados al sufrimiento de jamás poder tocarla. Por eso Doña Felisa Rincón de Gautier, cuando era alcaldesa de San Juan, trajo nieve a Puerto Rico, para que los niños pobres pudieran jugar en ella. Por supuesto que el rubio sol de Borinquen se encargó de convertir aquella pila en una plasta resbalosa y derretida, con el mensaje poderoso, que pocos captaron, de que aquí hay cosas mejores. Sí porque nunca, o poco, nos hablaron de las bahías bioluminiscentes, mucho más gloriosas que la nieve pasajera e invernal y que no existían en Estados Unidos. Ni del Bosque Seco de Guánica, que por poco destruyen con un Club Med que harían por el lugar. Sabíamos que había cavernas en Camuy pero nada del significado ambiental de éstas ni que son de categoría mundial. De la zona del Karso, una de las pocas del mundo, nada. Del maravilloso origen volcánico de Puerto Rico, nacarile del oriente.

Simón Bolívar pisó suelo boricua en Vieques y no nos lo dijeron. La policía local, controlada por el gobierno americano, llevó a cabo masacres en Río Piedras y en Ponce, entre otras, y en la escuela lo callaron. La legislatura de Puerto Rico, presididida por José de Diego, rechazó la ciudadanía americana impuesta en el 1917 y no nos enteramos. Nos dijeron que en Puerto Rico no hubo una invasión en el 1898 sino un cambio de soberanía. Nunca nos dijeron que durante la primera mitad el siglo veinte, bajo el dominio americano, Puerto Rico era el país más pobre de todo el Caribe. Se le conocía como “The Poorhouse of the Caribbean”. No nos dijeron que el largo de vida promedio rondaba los 40 y pico de años. La gente moría de disentería, tuberculosis y malnutrición. Bajo el gobierno de los Estados Unidos, por supuesto. Que los americanos decretaron que toda la enseñanza en las escuelas públicas sería en inglés solamente, prohibiendo así el español en el sistema educativo. De ahí surgió la inspiración para el cuento Santa Cló va a la Cuchilla, de Don Abelardo Díaz Alfaro. Callaron el hecho de que Pedro Albizu Campos, ante esta situación, se levantó en armas con un puñado de seguidores, contra el imperio más poderoso de la tierra. Y callaron que a Don Pedro lo mataron irradiándolo con isótopos radioactivos.


Nos despojaron del conocimiento de la gloriosa lucha conjunta de cubanos y puertorriqueños durante la Guerra de la Independencia del hermano país. No nos dijeron que en Cuba hay héroes boricuas enterrados. Sí nos dieron a entender que, después de Satanás, Fidel Castro era lo peor que le había pasado a la humanidad. Del corrupto dictador cubano Fulgencio Batista no nos hablaron. Nos ocultaron que Cuba cuenta con el mejor sistema de salud del hemisferio. Sabíamos que nuestro regimiento 65 de Infantería había sido famoso porque nombraron una avenida en honor a ellos. Pero no nos dijeron que los americanos los usaron como carne de cañón en la Guerra de Corea. Los mandaban al frente a conquistar colinas, y los americanos blancos atrás esperando a que los boricuas les hicieran el trabajo.

Ocultaron el hecho de que nuestras mujeres fueron usadas como conejillas de Indias para experimentos con la pastilla anticonceptiva. Vinieron aquí porque en Estados Unidos se lo prohibieron a Pincus y asociados. Pincus et al. manipularon resultados e ignoraron informes de que las dosis que estaban administrando estaban causando serios efectos secundarios e incluso la muerte. No nos enteramos de que en la antigua Escuela de Medicina Tropical el Dr. Lorenzo Galindo enviaba cadáveres robados a Estados Unidos durante los 1960’s para el Proyecto Sunshine del gobierno de Estados Unidos. No nos hablaron de La Operación, proyecto del gobierno popular de Luis Muños Marín que resultó en la esterilización de casi un tercio de nuestra mujeres en edad reproductiva, sin que la mayoría de éstas se enteraran. El control forzoso de la natalidad en Puerto Rico, auspiciado por el gobierno de Estados Unidos, es un acto inconcluso de agresión nacional que no ha sido debidamente investigado. Por supuesto ocultaron también los asesinatos de ocho puertorriqueños a manos del Dr. Cornelius P. Rhoads, inyección de sustancias radioactivas a pacientes en el antiguo Hospital de Veteranos, y los experimentos con el agente naranja en nuestros bosques, entre muchos otros. Aún hoy lo hacen. Recientemente nos enteramos de que se está probando una vacuna contra el dengue usando a puertorriqueños como organismos experimentales.

No aprendí estas cosas porque los cursos de historia de Puerto Rico terminaban en el 1898 con el “cambio de soberanía”. Desde esa fecha en adelante no había historia puertorriqueña, salvo uno que otro evento subrayado como el establecimiento del Estado Libre Asociado en el 1952 y…no recuerdo otro. Así fue que crecí como un ser colonizado. Esa costra que te tapa los sentidos y te hace creer inconcientemente que aquellos son, por razones divinas, superiores. Hasta que te das cuenta de que Diego Salcedo es tan mortal como tú. Algunos hemos tenido la suerte de ver. La venda de los ojos fue quitada por algún evento o experiencia que te hace cuestionar las cosas. Alguna anomalía de lo establecido, como diría Thomas Kuhn. En mi caso fue el irme a estudiar a Estados Unidos. No tuve una experiencia reveladora como Pablo el perseguidor de cristianos cuando se cayó del caballo.

Fue difusión y ósmosis. Fue la vez que, recién llegado de Puerto Rico, hice mi primera compra en un supermercado. Pagué con cheques de viajero de American Express, “as good as money”. La cajera me envió a ver al gerente para la aprobación de rutina. Al ver mi identificación, licencia de conducir de Puerto Rico, me dijo que no podía aceptarla. Le custioné, le dí un mini curso de relaciones políticas entre los dos países, y de Finanzas 101 (eran cheques de American Express, por el amor de Dios) y no se inmutó. Regresé a la cajera y le dije que guardara la compra porque no me la podía llevar. Ella no lo podía creer lo que me hizo pensar que no todos los americanos eran tan malos como el gerente infernal aquel. Días después fui a la estación de correo a cambiar un giro postal que me habían enviado. El cajero cartero no me lo quiso cambiar porque era de Puerto Rico. Le expliqué que no, que era de ellos, del Servicio Postal de Estados Unidos, porque ni eso podemos tener en nuestro país. Se negó a cambiarlo.

Fue también la vez que para abrir una cuenta de banco me pidieron la tarjeta verde. Le expliqué que los americanos nos habían hecho ciudadanos americanos. Yo había nacido en New Jersey pero nunca me acordaba de esto e insistía que todos los nacidos en Puerto Rico éramos ciudadanos de Estados Unidos. Fue la noche que fui con una amiga a una especie de café teatro puertorriqueño en El Barrio. De pronto hizo su entrada Juan Antonio Corretjer. Lo invitaron a la tarima y en medio del discurso le pasaron un papelito. Entonces anunció emocionado que el Ejército Popular Boricua, Los Macheteros, lo acababan de nombrar Comandante. La lotería de la historia hizo que me pegara aquella noche pues terminado su discurso se sentó en mi mesa y tuve la oportunidad de intercambiar algunas palabras con él.

Fue el día que el profesor de un curso graduado de Hematología nos entregó las notas. Casi todo el mundo había fracasado y sólo había tres calificaciones de A. Las habíamos sacado los tres puertorriqueños del grupo. O fue cuando le entregaron al Dr. Paul Margolin (QEPD), quien era mi mentor de tesis, mi calificación en el examen escrito doctoral. Yo no estaba presente pero Walid Samarrai, mi amigo iraquí, estaba y vio cuando el otro profesor le dijo al Dr. Margolin “seems like he passed” (parece que lo aprobó), le tiró mi examen sobre el escritorio y se fue. El “seems like he passed’ fue que me enteré a los pocos días que había sacado la calificación más alta de todo el sistema de City University of New York ese año. Lo que me salvó fue que no se ponía el nombre sino un apodo de tal manera que los que lo corregían no sabían que aquél era mi examen y presumieron que era uno de los de ellos.

La gran mayoría de los puertorriqueños en esta isla no entiende el nivel de discriminación a los que son sometidos los boricuas en Estados Unidos. Y no importa si eres blanco y rubio. Irónicamente ellos tienen muy claro algo que en Puerto Rico no se entiende. Somos gente diferente no por el color de la piel sino por la envidiable carga histórica que nos otorga el ser una nación. Y es cuando reconoces eso que el vendaje se cae. La costra se despega. Entonces recibes el bautismo nacional que se manifiesta no en lenguas extrañas sino en una fuerza y un orgullo que se te mete por los pies, te pasa por el corazón y retumba en la cabeza como una bomba. Y al ritmo de tambores africanos mezclados con ritmos ibéricos y alabanzas taínas a Yuquiyú levantas lentamente la mirada, posas los ojos en las pupilas del colonizador y le preguntas: “¿Qué es lo que te pasa a ti”?

© Edwin Vázquez de Jesús
Universidad de Puerto Rico en Cayey