viernes, 8 de septiembre de 2006

Miss Universe, Méndel y sus guisantes

Edwin Vázquez de Jesús

¿Por qué Zuleyka, la Miss Universe boricua, es trigueña? La respuesta es sencilla. Es un asunto de genética básica. Los guisantes que Méndel cultivó para establecer las leyes básicas de la herencia hace siglos tienen un gen que determina el color de la semilla. Este gen, o porción de ADN que especifica el color, viene en dos versiones. Una que especifica color amarillo y otra versión que especifica color verde. Un guisante de semillas amarillas, puro, siempre producirá semillas amarillas al cruzarse con una planta similar. Lo mismo con los verdes.



Méndel no tenía mucho que hacer en el monasterio austriaco donde hizo lo que hizo. Por eso, para matar el tiempo, y ya que parece que era medio kinky, se puso a cruzar guisantes entre sí. Fornicación guisantina. Toda una orgía de plantas de guisantes teniendo sexo salvaje con otras. De semillas amarillas con otras iguales. Por supuesto los guisantitos resultantes terminaban con semillas amarillas.

Un día Méndel, después de rezar sus rosarios matutinos, sembró otra variedad de guisantes. Estos tenían semillas verdes. Méndel procedió a llevar a cabo la orgía guisantina de turno entre plantas con semillas verdes. Los guisantitos, como era de esperarse, salieron con semillas verdes.

Otro día Méndel, en un ataque de lujuria de granos, puso a plantas de semillas amarillas a tener relaciones sexuales con plantas de semillas verdes. Espero con gusto a que salieran los guisantitos mixtos. Abrió una bellota esperando encontrar verdes y amarillos. Lo que vio lo puso a temblar. Corrió con par de matas llenas de bellotas donde el abad del monasterio, lo interrumpió en medio de una reunión y gritó: “¡Son todas amarillas!” Y efectivamente no había salido un solo grano verde, de los cientos que cultivo. Ni uno.

Méndel no podía dormir. No entendía por qué la característica de color verde había desaparecido. Estuvo días sin bañarse pensando en el asunto. Los demás monjes comenzaban a quejarse. Méndel, que estaba sobrepeso, como casi todos los monjes, rebajó considerablemente. Perdió el apetito. Entonces una noche despertó agitado. Era obvio. Le faltaba un experimento crucial. ¿Qué pasaría si cruzaba guisantes amarillos, fruto del cruce de amarillos con verdes, entre sí? O sea, qué sucedería si cruzaba a los hijos amarillos de papá guisante amarillo y mamá guisanta verde?

A primera hora al día siguiente hizo los cruces. Los gritos aterradores de los guisantitos no lo detuvieron. Los pobres gritaban “¡No, no, con mi hermana no! “Esto es incesto guisantino, no, por favor, noooo”. Pero Méndel no les hizo caso. Estaba demasiado excitado.

Esperó con ansias varias semanas a que salieron los nuevos guisantes. Los nietos del cruce original. Abrió trepidante varias bellotas. Semillas amarillas. Más vainas. Más semillas amarillas. De pronto el milagro. Vainas con semillas verdes. Méndel se emocinó y pegó un grito. Entró corriendo al convento y en medio de una reunión del abad gritó “¡Salieron algunas verdes!”

Cuando se compuso Méndel contó las semillas. Hizo los cálculos correspondientes y notó que tres cuartas partes de las semillas eran amarillas y el resto eran verdes. La característica de color verde no había desaparecido. Sólo se había escondido por una generación.

Lo que Méndel descubrió en cuanto a color de semillas sólo aplica parcialmente a los humanos. Si nuestra herencia fuera como la de los guisantes, vendríamos en dos versiones: blancos puros y negros puros. No habría tonalidades intermedias. Entonces, ¿porqué Zuleyka es trigueña?

La respuesta es más sencilla de lo que parecería. El color de la piel está determinado por la cantidad de un pigmento oscuro llamado melanina, producido para protegernos de los efectos dañinos de los rayos ultravioletas del sol. Entre más melanina más protección. Es nuestro bloqueador solar natural. Un negro africano tiene mucha más melanina que un noruego. De hecho, esa es la diferencia esencial entre esos dos seres humanos. La cantidad de melanina. Por eso el ADN de ambos es casi 100% idéntico. O sea, las razas no existen. Es un disparate sociológico para discriminar a otros seres humanos.

El caso es que los humanos, a diferencia de los guisantes, tenemos más de un gen que determina el color de la piel. Se estima que hay por lo menos nueve. Eso quiere decir que cuando el espermatozoide de nuestros padres se unió con el óvulo de nuestras madres se formaron nueve pares de genes que determinaban el color de la piel. Que en realidad quiere decir que determinaban la cantidad de melanina que producirían ciertas células de nuestra piel.

Si representamos estos genes con una letra en un espermatozoide tendríamos que escribir nueve letras. Digamos que N (negro) significa un gen que tiene información para producir melanina y B (blanco) un gen que no tiene información para producción de melanin. Un espermatozoide podría tener la siguiente combinación:

N B N N B B B N B

Lo que dice ese espermatozoide es que sólo cinco genes contribuirán información para darle color oscuro a la piel del bebé.

Ahora presumamos que el óvulo a ser fecundado tiene los siguientes nueve genes para color de piel

B B N N N N N B B.

Luego de la fecundación tendremos la siguiente combinación de pares de papá y de mamá:

N B N N B B B N B
B B N N N N N B B.

El bebé resultante tendrá más color de piel que la siguiente combinación:

B B N B B B N B B B
B N B B B B B B N B

Su apariencia externa sería muy probablemente blanca.

La siguiente combinación resultaría en una persona albina (hay varias causas para el albinismo)

B B B B B B B B B
B B B B B B B B B

Si algo está claro es que las combinaciones de pigmentación producen una gama de tonos de piel hermosas, como la de Zuleyka. Y que aquel antiguo merengue tenía una base genética: la mujer tenía como seis hijos blancos y le salió uno negro. El esposo alega que el negro no era de él, que la esposa le fue infiel. Ella le aclara la situación con esta frase:

“Oye capullo, el negrito es el único tuyo”.

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