Los árboles se matan en sistema decimal

El secretario de Recursos Naturales de Puerto Rico, el Sr. Javier Vélez Arocho, ha anunciado que se estará entregando un permiso expedito a todo el que se levante un día por el lado equivocado de la cama y decida que está harto de los árboles.  Sólo llenará un formulario, dirá cuántos va a tumbar y si son diez o menos le estamparán la firma de aprobación el mismo día.  Me imagino que el formulario preguntará qué tipo de árbol usted querrá desaparecer del planeta.  Y que muy probablemente no sepa la diferencia entre un cupey y un caimito y escriba algo así como flamboyán, que esos todos los conocen.  

Para los que se estén preguntando por qué el límite de 10 árboles tiene que ver con el sistema métrico.  Tiene que ser.  Seis árboles suena muy anticristo.  Cinco trae cuestionamientos estadísticos.  Uno lo tumba cualquiera sin que el vecino se entere.  Ocho es un número algo estúpido.  Ah, pero diez, he ahí un número redondo.

Así que ahí lo tienen.  Los árboles desaparecerán ahora de forma decimal.  Sí porque ¿quién pierde el tiempo llenando un formulario arboricida para tumbar 2 ó 3.  Aprovechemos y nos llevamos los diez de una vez.  Recuerden que quien propone esto es nada menos que el funcionario gubernamental que se supone que defienda los recursos naturales.  

Yo vivo en un bosque.  Literalmente.  Y le puedo decir las ventajas que usted tendrá al tumbar los árboles que le rodean.  Lo primero que notará será que esas cosas que vuelan llamados pájaros dejarán de venir.  Donde vivo nos visitan unas 15 especies, según mis cálculos.  Por la mañana forman un jolgorio que es una cosa seria.  Por las tardes me siento frente a mi casa a ver cómo los pitirres se alimentan en pleno vuelo de desafortunadas mariposas.  

He ahí una ventaja de talar los árboles.  Cero palos, cero pájaros, mariposas sobreviven.  Quizás eso es lo que tiene en mente Vélez Arocho, que ahora se me hace que es defensor de insectos.  

Otra ventaja de tumbar árboles es que en estos días hace un frío pelú.  Los árboles bajan la temperatura de un lugar hasta unos quince grados.  Por eso, si la temperatura estuviera a 65 debajo de un árbol, y usted se siente incómodo, túmbelo para que disfrute de 80 grados de calor.  

Lo peor de los árboles es la sensación de serenidad que dan.  Son como permanentes, aunque se mueran.  Parece como si siempre hubieran estado ahí.  Dan paz.  ¿Y quién quiere paz en esta isla?  ¿Qué hacen esos árboles predicándonos tranquilidad, que lo cojamos suave cuando el tiempo no nos da.  Ellos, como están de pie todo el día, creen que los demás podemos quedarnos quietos.

Bien hecho por el señorito secretario.  Seguramente fue una idea bien pensada, analizada y tomada por el bienestar de los puertorriqueños, que estamos sumamente felices (sólo los suecos nos ganan en felicidad).  

¿Pero por qué detenernos con los árboles?  ¿Por qué no acabamos de una vez con las dichosas cotorras puertorriqueñas que tanto nos cuesta tratar de que no se extingan¿ !Que se extingan pues! Y el sapo concho, ¿a quién le importa?  ¿Y qué rayos es un guanajibo?  

Que metan la condená tubería esa de gas natural por todo el sur, que se lleven todos lo árboles que encuentren por el medio, pero de diez en diez, y que nos lleve el diablo a todos por quedarnos callados ante estos atropellos a la naturaleza, que nos sigan clavando mientras con nuestro silencio somos cómplices de la destrucción de Puerto Rico, porque Puerto Rico no son sus edificios ni sus carreteras, son sus pájaros felices en la sombra de los árboles, son los árboles enfriando el ambiente, son los ríos quitándole la sed a la tierra, es la tierra suplicando que la posean, la acaricien y la siembren, somos nosotros cuando no nos quedamos callados ante estos atropellos.

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