Cuando mi amigo Walid Samarai salió de Irak, Saddam Hussein estaba en guerra con Irán. Walid iba a ser conscripto y decidió escapar. Estados Unidos era aliado de Irak y le proveyó grandes cantidades de armas a Hussein. Para el norteamericano promedio, que sabe de geografía lo que yo sé de física cuántica, la diferencia entre estos dos países era una letra (el puertorriqueño promedio está en la misma situación). Walid, junto a dos amigos, contrató a unos beduinos para que los sacaran a través de Kuwait. Por supuesto, esto fue antes de que Jorge Arbusto padre le declarara la guerra a Iraq, parte I.
Me contó Walid que fueron llevados a través del desierto iraquí por esos beduinos modernos, que no usan camellos sino camionetas. Éstos se detenían en medio del desierto, miraban el plano horizonte de arena a 360 grados y decían “por allí”. Alabado sea Alá el misericordioso. Varios días después llegaron a Kuwait, tocaron a la puerta de un desconocido y le solicitaron alojamiento. Siguiendo una ley del Islam, el desconocido tuvo que aceptarlos en su hogar. Según ésta, se podían quedar un máximo de tres días, y así lo hicieron (si un desconocido toca a su puerta en Puerto Rico llame a la policía y enciérrese bien).
Conocí a Walid en Nueva York, en el laboratorio donde yo llevaba a cabo una investigación doctoral que se vería tronchada por la súbita muerte un viernes de mi consejero de tesis. Walid, que era extremadamente apegado al Dr. Paul Margolin, genetista microbiano de renombre, no comprendía el lunes por la mañana lo que le trataba de explicar. Frases como “heart attack”, “sudden death, “Dr. Margolin” no le hacían sentido. “Paul is gone” le dije. “¿Gone, what do you mean he is gone”? me preguntó con su fuerte acento árabe. “He is no longer with us”, le contesté. “What do you mean?” “HE IS DEAD” le tuve que gritar porque en mi angustia ante la muerte no podía con este asunto de traducir mis pensamientos al inglés y esperar a que él los tradujera al árabe. Desde aquél grito no supe más de Walid. Han pasado 15 ó más años. Le agradezco que me explicara sobre el Islam, una religión que no sólo fomenta la investigación científica en nombre de Alá, el misericordioso, sino que iluminó de conocimiento a todo el Oriente Medio cuando Europa estaba sumida en el oscurantismo de la Edad Media. Disfruté con él discusiones sobre palabras castellanas provenientes del árabe y cómo él las pronunciaba. Almohada, ojalá, algarabía, algodón, alicate, mameluco, limón y tantas otras. Esta congruencia de palabras reflejaba un mestizaje idiomático y cultural entre Oriente y Occidente.
Ahora, toda esperanza de paz se ha ido al suelo por el terrorismo de Osama bin Laden y de George Bush. Junior invadió a Irak, parte II para recuperar las armas de destrucción masiva que nunca encontraron porque nunca existieron. Saddam ya no está en el gobierno. ¿Qué hacen los Estados Unidos todavía en Irak? Traigan a nuestros soldados de regreso a Puerto Rico cuanto antes. Máxime que, dado el orgullo boricua, ellos están desplegando la monoestrellada por todo Irak. Los sunis, los chiítas y los kurdos ya deben estar familiarizados con nuestra bandera. Eso me preocupa. Lo que más temo es que algún soldado de Osama, en algún momento de ocio terrorista, tendrá la curiosidad de saber de qué país es la misma. Ojalá que no.
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