viernes, 15 de diciembre de 2006

El Problema con Rossello 3: Loubriel el de Arecibo

Habían transcurrido varias semanas y Pedro no salía de su depresión. Se había refugiado en su mansión en el estado de Virginia con Maga. Mientras tanto en Puerto Rico José Aponte junto a Tomás Rivera Shatz habían desarrollado un plan digno de Rasputín. No permitirían que Acevedo Vilá gobernara desde la Fortaleza. No. Lo harían ellos desde el Capitolio.

El plan era sencillo. Consistía en traer a Rosselló de represo a Puerto Rico para que estableciera un gobierno paralelo desde el Senado. Con José Aponte como presidente de la Cámara no habría problemas. Claro que había un escollo fundamental: Rosselló no era senador. Ni siquiera se había postulado para esa posición. Y para la que se postuló el pueblo no lo quiso. Tommy y José miraron el panorama senatorial. La única solución sería que algún senador electo le cediera su puesto a Rosselló. ¿Pero quién? Entonces le llegó la información a alguien, que se lo dijo a alguien que se lo dijo a alguien más. El senador electo por Arecibo, Loubriel, era un homosexual activo y había evidencia, posiblemente fílmica, de sus prácticas sexuales.

Para Tommy y José, machos de machos, esto era imperdonable. Un homosexual no tenía cabida en el pequeño mundo, en la pequeña familia de los que dirigirían los destinos del país. La llamada no se hizo esperar. Loubriel estaba en su casa, feliz con su elección como uno de los senadores más jóvenes de esta cosecha política. Levantó el teléfono y la voz al otro lado fue al grano, contundente y destructora: “-Vas a renunciar a tu puesto y se lo vas a dar a Pedro. Eso o todo el mundo se enterará de que eres homo. Tenemos fotos, de tu novio y tú –“. Colgaron y Loubriel se desplomó en el asiento.

Las próximas semanas las llamadas y las amenazas se volvieron más violentas. Este era su momento de la verdad. ¿Claudicaría ante la presión inmunda de estos homofóbicos o les enviaría un mensaje de estoicismo moral? Recordó de forma parafraseada algo que había dicho Martin Luther King. Tenía que ver con que el verdadero carácter, la fibra moral de una persona no se mide en los tiempos de complacencia y comodidad sino en los tiempos difíciles, durante los grandes problemas. Al otro día tenía la decisión tomada. Levantó el teléfono y llamó a Tommy.
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