jueves, 21 de agosto de 2008

El desespero de Fortuño

(Fragmento de una noveleta)

Luis Fortuño se acostó a dormir furioso. Acevedo Vilá había anunciado que, aún con los cinco cargos adicionales de la fiscalía federal, se quedaría en la contienda para gobernador de Puerto Rico. Miró a su compañera en la cama, se abrazó a ella con pasión, y ella lo consoló lo mejor que pudo. -El tipo no renuncia-, dijo el comisionado residente. -¿Qué más se le puede hacer?-

Ella se rió con malicia y le dijo:-"Mira, entiendo tu desesperación. Con la gente cogiéndole pena al alacrán ese, y Rosselló callado como si le diera la razón, más los locos esos del write in, todo es posible"- Fortuño pegó un grito que retumbó por las rejoyas de Guaynabo City. Pero ella lo tranquilzó y le dijo: -"Tengo una idea. Si de aquí a un mes no se ha ido le podemos bajar con más cargos. Y si aún así sigue parao' como el muerto aquel que velaron de pie, entonces no hay remedio: pediremos la pena de muerte para Acevedo Vilá"-

Fortuño la miró confuso y lleno de sorpresa. -"¿Pero eso se puede hacer?"- le preguntó. -"Claro que se puede. Por algo me llamo Rosa Emilia"-

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