CERREMOS LA UNIVERSIDAD
Edwin Vázquez de Jesús
Ya casi al final de un semestre accidentado por paros, amenazas de paros, cierres patronales, un huracán que no quiso llegar y tuberías que no funcionan, me he puesto reflexivo. Que es bueno porque está la reflexión por un lado y la explosión como un siquitraque, sea lo que eso signifique, por el otro.
Al ver los portones cerrados una vez más por el último paro du jour, me caí del caballo. Por lo menos eso habría escrito Saulo de Tarso, el genocida bíblico, al ver la luz divina. Entendí que aquí no hay, en el mejor sentido de la palabra, una Universidad.
Las universidades, trillado está decirlo, son espacios de diálogo, de discusiones, de confrontaciones del verbo y de la inteligencia. Cuando los grupos que la componen deciden que todo asunto que estimen crucial se resolverá por la vía del cierre de la Academia, es hora de que recojamos los papeles, los lápices y cualquier utensilio que estimemos útil y cerremos la Universidad, así con mayúscula, de una vez por todas.
Impera aquí la ley del garrote. Sí, porque cuando un sector cierra la Universidad para dirimir sus asuntos particulares, sin considerar en lo absoluto los asuntos de los demás, sin tener la deferencia de consultar a los demás, nos entran a garrotazos a todos.
Todavía retumban en mis oídos las palabras cacareadas a través de micrófonos en la asamblea reciente aquella, dizque histórica, celebrada en el Frade, donde estudiantes, docentes y no docentes llegamos a acuerdos para trabajar unidos por la defensa de los intereses de la Universidad. “Aquí mandan los estudiantes”, gritó uno desde el estrado. “Ustedes deciden lo que se hace”, retumbó.
Pues miengue es. Aquí en la Universidad manda el que decida cerrar los portones a la menor provocación. No subestimo las demandas y reclamos de los distintos sectores ante los atropellos reales y percibidos por las administraciones de turno. Pero no puede ser cerrando la Universidad. Basta ya. Que si hay que cerrarla algún día por causas mayores la cerramos. Pero todos juntos. Como acordamos en la dizque histórica asamblea.
Porque es bueno que sepan los que cierran que cuando lo hacen cancelan exámenes para los cuales estudiantes se amanecieron estudiando, cancelan visitas internacionales, dañan investigaciones científicas, no permiten que se pueda cumplir con fechas límites para proyectos por los cuales nos dieron fondos externos, y arrasan con todo lo que había proyectado para ese día.
Sé que muchos estarán en total desacuerdo conmigo. A algunos, los menos, no les importará. Pero a los que sí lo están, esa masa silente de gente que asiente cuando otro dice lo que ellos piensan, y aún así callan, los invito a pararse frente a los portones y ponerles candados. Porque al fin y al cabo mi protesta mayor no es contra los que cerraron hoy. Es contra los que se oponen a lo que ha sucedido y callan. Son ustedes, con su silencio, los que van a terminar cerrando la Universidad.
Yo no estoy ni por los centros espiritistas cercana a Cayey pero tienes toda la razón en lo que describes. Es otra de las cosas insólitas que están ocurriendo en nuestro país.
ResponderBorrarYo también, desde Mayagüez, estoy de acuerdo. Los cierres de los últimos años (incluyendo ese reciente, de una semana, que fue generado no por los estudiantes, ni por los trabajadores, ni los profes, sino por el patrono) me parecen cada vez más frívolos.
ResponderBorrarAqui existen demasiadas universidades, hay que cerrrarlas todas y dejar las CUATRO originales,
ResponderBorrartotal aqui no hay materia gris, y tampoco
terreno para aprovecharla...Es para exportacion...