
Le dije a la muchacha que atendía el bar sobre el problema. Me miró raro y me contestó que así estaban en la bolsa plástica de la cual los sacó. "-Pero están congelados"-, le dije. -"Habría que calentarlos en un microondas"- , me contestó. Miré de reojo a todos lados a ver si ni estaba en un programa de cámara oculta.-"¿Los podrías calentar?"- le pregunté.-"Si usted quiere se los calentamos"- " NO ES QUE SI QUIERO, ES QUE ESTÁN CONGELADOS", le dije alzando la voz. -"Considero una falta de respeto que como cliente usted piense que yo me voy a comer eso congelado!"- Me miró como si no entendiera mi punto.
-"Si quiere puede hablar con la gerente"- me dijo. Le contesté que por supuesto quería hablar con la gerente. Si el resto de la gente está satisfecha con comer jamón congelado allá ellos. Yo ni siquiera lo quería caliente, sólo descongelado, por el amor de Dios. Me fui a la mesa a esperar por la gerente. Mi familia me miraba como si yo estuviera poseído. Me acusaban con sus miradas de crear problemas en público. Hasta Camila, la de año y medio, me miró mal.
Llegó la gerente y me dijo: -"Tengo entendido que tuvo un problema con el jamón"- . -"Está congelado"-le dije. -"Es que así es que sale en la bolsa pero tomaremos en consideración su pedido"- me espetó. Sentí que estaba en la zona desconocida. Algo se había desencajado en el Universo y el resultado era una conspiración para que yo comiera jamón congelado.
No sé si tenga que volver a Ponderosa a complacer a una de mis hijas. Pero si lo hago llevaré mi propio jamón en una bolsa zip-lock.