BRIANA RILEY, ACTRIZ PORNO.

Briana Riley (a.k.a Brianna) es su pseudónimo. Es donde oculta la humanidad frágil que todos poseemos. No llega a los 20 años y ya es toda una actriz. Su nombre y su cara han salido en los principales periódicos y canales de televisión del país. Ha tenido ya sus 15 minutos de fama warholianos. Se hizo famosa debido a que después de salir en un video de reggaetón del rapero O.G. Black participó con éste en una película para consumo privado del rapero. No he visto la peliculita pero tengo entendido que no está en la línea de “Lo que el Viento se Llevó” ni “It’s a Wonderful Life”. Es una película pornográfica porque Briana Riley es una actriz porno.

Hace poco participaba ella en un espectáculo en algún club de Mayagüez y la policía hizo una de esas redadas para “sanear a la sociedad”. Briana estaba allí, contratada para bailar. Allí estaban las cámaras de uno que otro canal de televisión. Un reportero le disparó varias preguntas mientras la chica era escoltada hacia una patrulla. Que si qué hacía allí, que si iba a llevar a cabo exposiciones deshonestas, que si ella pensaba hacer algo más que bailar, que si pitos y que si flautas. Ella muy estoica le contestó al reporterito que estaba allí para bailar, para eso la contrataron. No no iba a hacer nada más. No no se avergonzaba de lo que hacía que ese era su trabajo. El tipo con las piedras en la mano y no había un Cristo para proteger a la Magdalena. Me preguntaba por qué el reportero estaba allí. ¿Cuál era el impacto social del reportaje presentado en el telenoticiero como si fuera la noticia de última hora? El club había sido descrito esencialmente como un prostíbulo, que no lo era. ¿Pero y qué? Si Puerto Rico está lleno de esos. No somos distintos de las demás naciones. Si el reporterito quería ir a un prostíbulo verdadero, y ver la prostitución llevada a su máxima expresión, todo lo que tenía que hacer era dirigirse al Capitolio de Puerto Rico.

Me viene a la mente un graffiti que escribió alguien en Argentina que leía: “Que gobiernen las putas porque sus hijos han fracasado”. ¿Qué es más pornográfico? ¿Que una chica haga lo que miles otras hacen día a día sosteniendo relaciones sexuales con hombres que les pagan o que la gente elegida por el pueblo para gobernarlos se lucren, le roben y malgasten su dinero? ¿Que guíen vehículos lujosos pero le nieguen una miseria a entidades caritativas, como han hecho en el Senado con el presupuesto que le sometieron al gobernador? ¿O que le paguen 70, 80 ó 100 mil dólares anuales a una serie de ineptos con el título de asesores legislativos mientras en bolsillos de pobreza en pueblos como Barranquitas y Orocovis algunos niños no van los primeros días o semanas a la escuela porque no tienen los uniformes, ni los zapatos para ir? Yo he conocido a esos niños. Yo he visto a esos niños. Y he entrado a baños que parecen pozos sépticos en algunas escuelas. Olor a orín viejo y mierda flotando en los inodoros. No porque los niños no bajen la palanquita, sino porque no sirve. Esa es la verdadera prostitución de este país. Acá abajo la mierda flotando y allá arriba ellos comiéndosela. Y el reporterito preguntándole a la Riley que si siente orgullosa de lo que hace.

El país se nos cae encima y la policía haciendo el pequeño espectáculo en un pequeño bar. Es como cuando tuve que ir a un taller de ética en la Universidad de Puerto Rico en Cayey. Debido a alguna ley todos los empleados del gobierno estamos obligados a tomar qué se yo cuántas horas sobre el tema. Todo lo que recuerdo fue que la tipa dijo que si un lápiz decía Universidad de Puerto Rico yo no me lo podía llevar para casa. Es que hay que joderse. Yo no me puedo llevar un lápiz pero el gobierno me puede clavar en grande. De hecho, se supone que fuera a la segunda parte del taller pero nunca volví. Y no lo voy a hacer. La ley esa se la pueden meter por donde entran las ondas explosivas. Que si alguien no puede hablarme a mí de ética es el gobierno. Como si eso fuera a cambiar quién soy. Que tomen ellos el tallercito. Y que dejen de llevarse los clavos de la cruz para sus casas.

Edwin Vázquez de Jesús

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