martes, 6 de septiembre de 2005

EL DÍA QUE ESTADOS UNIDOS PERDIÓ LOS SENTIDOS

Tenemos un sexto sentido. No me refiero a algo sobrenatural que nos permite comunicarnos con el más allá o algo por el estilo. Me refiero a una serie de circuitos neuronales que integran señales de los cinco sentidos anteriores y nos permiten percibir en varias dimensiones los estímulos integrados de lo que vemos, escuchamos, olemos, probamos y tocamos.

Este sexto sentido, este súper sentido, es el que nos da la información necesaria para tomar lo que algunos llaman decisiones informadas, o más sencillamente, el que evita que metamos la pata en grande. Los neurobiólogos están estudiando activamente este asunto porque el mismo puede explicar conductas que bajo otras circunstancias parecerían irracionales, golpes de suerte o cosas del destino. El asunto estalló en el interés de los científicos ante varios reportes de que personas que trabajaban en campos de Sri Lanka soltaron todo y salieron corriendo hacia las montañas poco antes de que el tsunami reciente golpeara las costas de esa nación. Quizás algo dejó de hacer ruido. Algún pájaro dejó de cantar. Algún perro ladró a destiempo. Entonces en el subconsciente una serie de señales se aglomeraron en algunas partes del cerebro y enviaron un SOS a la corteza superior dando la orden de correr por sus vidas.

Me pregunto si en el reciente desastre en Nueva Orleáns y Mississippi ocurrió algo parecido. Si algunos se salvaron porque presintieron una tragedia. Lo cierto es que la mayoría de los que se salvaron lo hicieron porque escucharon los ruegos de las autoridades locales de que abandonaran las ciudades y pueblos en peligro, especialmente Nueva Orleáns. Y se salvaron porque tenían los medios para escapar. Los otros, los pobres que en su mayoría son negros, se quedaron atrás en una ciudad que puede ser descrita como un plato de sopa ya que casi toda está por debajo del nivel del mar y rodeada por varios cuerpos de agua. Por años varios científicos y políticos habían advertido el peligro que corría la ciudad con su sistema de canales, bombas de agua y diques para evitar lo inevitable. Ya se había demostrado que varios de los diques se estaban hundiendo poco a poco en algunos lugares. Por eso resulta asombroso que el presidente Bush haya declarado poco después del desastre que nadie pudo prever que los diques se rompieran. Lo que quiso decir es que ni él ni su sarta de asesores ineptos, incluyendo a su director del “Homeland Security” lo pudieron prever. Pero se rompieron y el lunes después de la tormenta, cuando la gente creía que lo peor había pasado la ciudad apodada La Gran Fácil comenzó a llenarse de agua como un plato de sopa. Ahora Nueva Orleáns se convertía en La Gran Difícil según el agua subía pie tras pie hasta cubrir casas completas.

¿Dónde estaba el gobierno federal? En Washington por supuesto. ¿Qué hizo Bush ante la tragedia que ya los medios de noticias adelantaban que se cernía? Nada, por supuesto. No hizo nada por que su mente está a miles de millas de Washington, más allá del Atlántico, en una guerra contra una nación que no le hizo absolutamente nada a los Estados Unidos. Y allá, en Irak, estaba un tercio de los miembros de la Guardia Nacional de Louisiana, Entre éstos había enfermeros, técnicos de laboratorio, bomberos y toda esa gama de personal especializado imprescindible durante los desastres naturales.

El viernes, cuando ya habían muerto miles de personas, Bush visitó el área y en una conferencia de prensa habló en el estilo a que nos tiene acostumbrados. Dijo que había disfrutado de la ciudad cuando más joven y que el senador Trent Lott había perdido una casa pero que la reconstruirían. Mientras decía esto, todavía había gente en los techos esperando a ser rescatados. Gente atrapada en áticos. Bebés muriendo en el Centro de Convenciones. Gente muriendo en los hospitales por falta de medicina. Y gente muriendo de hambre en el Superdome. En la nación más rica del mundo. El periódico “The Chicago Tribune” reportó que el barco U.S.S. Bataan, equipado con seis salas de cirugía, cientos de camas de hospital y con la habilidad de producir 100,000 galones de agua potable al día ha estado frente a las costas del Golfo de México desde el lunes de la tormenta, sin un sólo paciente, sin hacer nada. Y Bush en una conferencia de prensa felicitó a uno de los mayores ineptos de su administración, el director de FEMA Charles M. Brown. “Brownie, estás haciendo tremendo trabajo”, le dijo. Este tipo fue el que declaró el jueves después de la tormenta que no sabía que en el Superdome había refugiados, aún cuando todas las cadenas de televisión mostraban visuales del hacinamiento que se había formado en aquel lugar con unas 25,000 personas atrapadas allí adentro. Eso equivale a la población de muchos pueblos de Puerto Rico.

Es obvio que Bush no sabe lo que está pasando a su alrededor. Si él hubiera sido un agricultor de los de Sri Lanka se habría quedado parado como un mismo pendejo esperando a que las aguas lo arroparan. Es que sus cinco sentidos no se comunican. Y si no se comunican no se genera el sexto. El de las decisiones importantes. El que esperaríamos de un presidente. No se ha dado cuenta de que ha puesto a su nación en una posición más peligrosa de la que estaba al enviarles a los terroristas del mundo el mensaje de que los Estados Unidos no están preparados para enfrentar un ataque nuclear o biológico a gran escala. Claro, pueden bregar con dos rascacielos derribados por aviones. Pero eso es un pellizco de ñoco ante lo que deben estar planificando ahora los enemigos de Estados Unidos. Y seguramente no lo están planificando desde Irak. Mientras tanto, ya se habla de 10,000 muertos o más sólo en Nueva Orleáns. Diez mil muertos, no por el huracán, sino por la ineptitud de uno de los peores presidentes que han pasado por Washington.

¿Y nosotros? ¿Qué podemos esperar en Puerto Rico si nos ataca un fenómeno similar? ¿Si las marejadas ciclónicas de un huracán categoría 4 ó 5 se meten por el litoral costero del norte o, total, por cualquiera de nuestras costas, donde se ha construido a diestra y siniestra en zonas inundables? Aquí la cosa será peor que en Nueva Orleáns porque si el gobierno de los Estados Unidos no puede proteger a sus ciudadanos de primera clase qué hará con los de segunda en esta islita en medio del Caribe. Bush no escucha. Bush no ve. Bush tiene los sentidos apagados. Alguien dijo que Nueva Orleáns, por su cultura, es la parte norte del Caribe. Si algo nos ha enseñado Katrina a los que estamos al sur de esa gran ciudad es que mientras Bush sea presidente estamos bien, pero que bien jodidos.

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