Recuerdo que hace unos años turisteando por Puerto Rico llegamos a Loíza. Eran las fiestas de Santiago Apóstol. Nunca había ido. La negrura me arropó. Negros en las calles. Negras en las calles. Entré a un pequeño museo y el encargado nos habló del orgullo de Loíza. De la historia de resistencia de Loíza. Me sentí negro. Africano. Y sentí un orgullo que me robaron en la escuela. Los negros no existen en el currículo escolar. Ni en los bancos. Ni en los comerciales televisivos. “Como yo veo las cosas, yo las veo diferente a los demás”.
Es el complejo de los colonizados muchas veces. Nos quejamos de los efectos de la colonización norteamericana. Pero olvidamos los efectos de la colonización española que terminó hace poco más de cien años. Y los españoles eran tan racistas como los gringos. Y muchos siguen siéndolo. Recuerdo a un idiota español en Nueva York, a quien acababa de conocer, y de la nada me dijo que en Puerto Rico casi todo el mundo es negro. Lo dijo como si tuviéramos lepra. Me vi tentado a decirle que todos en Puerto Rico somos negros. Pero para qué perder el tiempo con imbéciles.
Ahora pongo su primer disco, El Abayarde. “Si una buena madre a sus hijos no daña, cabrones, lambones, pal carajo España”.
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