Tan pronto salimos del aeropuerto y mientras esperábamos el autobús que nos llevaría al hotel nos dimos cuenta de que habíamos perdido el afiche que presentaríamos en la convención. Uno de mis colegas se ofreció a regresar y buscarlo. Tuvo que pasar por todo los controles de seguridad y nos cuenta que casi le hacen un examen de la próstata. Por suerte encontró el tubo de cartón con el preciado documento.
El hotel queda frente a la Bahía de San Diego y tiene una vista espectacular de ésta. Por la noche salimos a cenar al "donwtown". El concierge del hotel nos había recomendado un restaurante italiano en particular. Dijo que entre los 90 y pico de restaurantes concentrados en unos diez bloques ese era el mejor. Caminamos al lugar, vimos la oferta culinaria y, quizás por estar al lado de México me antojé por comer en Alambres, un restaurant mexicano. El nombre no podía ser más apropiado pues la comida sabía a alambre de púas. Pedí una margarita que, por más que les expliqué cómo la quería (pequeña y clásica), me la dañaron al traerme un copón gigantezco con una cosa verde parecida a las iguanas que sirven en Chili's. El queso fundido sabía a alambre fundido. A los champiñones les llamaban honguitos y eran enlatados. No tenía rajitas de jalapeño. Añoré Rancho Taxco, en Cupey, mi restaurante mexicano favorito. Cuando vuelva allá abrazaré a Romero, su dueño. En cuanto a Alambres les sugerí un motto: "Alambres, donde entras vacío y sales con hambre".
Fue dinero perdido en un paraíso calinario.
El hotel queda frente a la Bahía de San Diego y tiene una vista espectacular de ésta. Por la noche salimos a cenar al "donwtown". El concierge del hotel nos había recomendado un restaurante italiano en particular. Dijo que entre los 90 y pico de restaurantes concentrados en unos diez bloques ese era el mejor. Caminamos al lugar, vimos la oferta culinaria y, quizás por estar al lado de México me antojé por comer en Alambres, un restaurant mexicano. El nombre no podía ser más apropiado pues la comida sabía a alambre de púas. Pedí una margarita que, por más que les expliqué cómo la quería (pequeña y clásica), me la dañaron al traerme un copón gigantezco con una cosa verde parecida a las iguanas que sirven en Chili's. El queso fundido sabía a alambre fundido. A los champiñones les llamaban honguitos y eran enlatados. No tenía rajitas de jalapeño. Añoré Rancho Taxco, en Cupey, mi restaurante mexicano favorito. Cuando vuelva allá abrazaré a Romero, su dueño. En cuanto a Alambres les sugerí un motto: "Alambres, donde entras vacío y sales con hambre".
Fue dinero perdido en un paraíso calinario.
Hola, desde el Caribe Zenia en:
ResponderBorrarhttp://imaginados.blogia.com
Buen viaje. Sabrosas crónicas de vuelo, con o sin manzanas.
La proxima vez haganle caso a al 'concierge'!!!
ResponderBorrarPD: la vista esta hermosa...