Estamos haciendo surf sobre una ola tecnológica que se mueve aceleradamente. Los cambios son constantes, profundos y hasta revolucionarios. Tan así, que podemos cometer el error de presumir que eso es lo normal.
Escribo desde mi casa donde me he quedado haciendo unos trabajos. De pronto noté que no tengo mi teléfono celular conmigo. Lo busqué en vano por toda la casa. Entonces me metí a mi página de iGoogle, donde tengo Latitude instalado y confirmé mi sospecha. El celular estaba con mi esposa, quien había salido con las nenas a una actividad en el barrio Cedro de Cayey. Lo había dejado en su carro. Allí estaba en la pantalla de mi computadora: un mapa de Google Maps con una pequeña foto mía diciéndome dónde yo estaba. O sea, dónde estaba mi celular.
Decidí llamarla para informarle sobre mi descubrimiento. Fue uno de esos ataques de brutalidad diaria que todos, todos los seres humanos sufrimos. ¿Cómo llamarla si precisamente no tenía con qué? Soy uno de esos puertorriqueños que le dijo adiós a la línea terrestre de teléfono porque nunca la usaba. Me he vuelto celular-dependiente.
Inmediatamente cargué Yahoo Messenger, abrí File, New Call, marqué en la pantalla el número y la llamé. Pude haber usado también Skype o una serie de programas que usan la internet para hacer llamadas telefónicas. El sonido era nítido en ambas direcciones.
Le expliqué el propósito de la llamada y, casi antes de colgar vino la pregunta: ¨¿y de dónde diablos me estás llamando?¨. Me sentí sumamente inteligente al decirle que desde mi computadora.
Yo recuerdo el comienzo de esta revolución. La Apple II, la IBM XT, los discos aquellos de 5.25¨. Prendías la computadora y si el lector de discos no hacía un ruido, como que iba a estallar, algo estaba mal. Luego se cargaba el programa, lo usabas, y si necesitabas usar otro tenías que cerrar el programa, sacar el disco y meter otro. Las computadoras eran incapaces de ejecutar más de una función a la vez (i.e. ¨multitasking¨).
Había entonces teléfonos públicos en todos lados. De memoria sabías sus localizaciones por si acaso estabas en la calle y tenías que hacer una llamada de emergencia. Cuando llegaron los bípers (la RAE quería que les llamáramos buscapersonas, nombre demasiado largo para nuestra prisa) hubo otra revolución. Llamabas a una operadora que sólo decía: ¨unidad¨. Tras decir el número venía su otra única pregunta: ¨mensaje¨. Y por supuesto, si era una emergencia le decías que lo duplicara. A los bípers les pasó lo que a los habitantes de Pompeya. Desaparecieron de la noche a la mañana.
Primero llegaron en forma de maletines pesados (todo batería). Luego se fueron achicando hasta lo que tenemos hoy día por celulares: maravillas tecnológicas con miles de veces el poder de computación de las primeras computadoras aquellas que casi necestiban un edificio para trabajar. Vienen con cámaras sofisticadas con capacidad hasta de vídeo. Con sistema GPS y pantallas sensitivas al tacto.
Hoy, día del amor, me quedé en casa compartiendo con mis hijas. Ellas, entre juego y juego, risa y risa, deben haber notado algo extraño en la forma en que las miraba. Es que no podía evitar pensar en lo afortunadas que son pues verán maravillas tecnológicas que ni siquiera alcanzo a imaginarme. Por suerte ellas no podían descifrar mi mirada.
Era envidia pura.
Escribo desde mi casa donde me he quedado haciendo unos trabajos. De pronto noté que no tengo mi teléfono celular conmigo. Lo busqué en vano por toda la casa. Entonces me metí a mi página de iGoogle, donde tengo Latitude instalado y confirmé mi sospecha. El celular estaba con mi esposa, quien había salido con las nenas a una actividad en el barrio Cedro de Cayey. Lo había dejado en su carro. Allí estaba en la pantalla de mi computadora: un mapa de Google Maps con una pequeña foto mía diciéndome dónde yo estaba. O sea, dónde estaba mi celular.
Decidí llamarla para informarle sobre mi descubrimiento. Fue uno de esos ataques de brutalidad diaria que todos, todos los seres humanos sufrimos. ¿Cómo llamarla si precisamente no tenía con qué? Soy uno de esos puertorriqueños que le dijo adiós a la línea terrestre de teléfono porque nunca la usaba. Me he vuelto celular-dependiente.
Inmediatamente cargué Yahoo Messenger, abrí File, New Call, marqué en la pantalla el número y la llamé. Pude haber usado también Skype o una serie de programas que usan la internet para hacer llamadas telefónicas. El sonido era nítido en ambas direcciones.
Le expliqué el propósito de la llamada y, casi antes de colgar vino la pregunta: ¨¿y de dónde diablos me estás llamando?¨. Me sentí sumamente inteligente al decirle que desde mi computadora.
Yo recuerdo el comienzo de esta revolución. La Apple II, la IBM XT, los discos aquellos de 5.25¨. Prendías la computadora y si el lector de discos no hacía un ruido, como que iba a estallar, algo estaba mal. Luego se cargaba el programa, lo usabas, y si necesitabas usar otro tenías que cerrar el programa, sacar el disco y meter otro. Las computadoras eran incapaces de ejecutar más de una función a la vez (i.e. ¨multitasking¨).
Había entonces teléfonos públicos en todos lados. De memoria sabías sus localizaciones por si acaso estabas en la calle y tenías que hacer una llamada de emergencia. Cuando llegaron los bípers (la RAE quería que les llamáramos buscapersonas, nombre demasiado largo para nuestra prisa) hubo otra revolución. Llamabas a una operadora que sólo decía: ¨unidad¨. Tras decir el número venía su otra única pregunta: ¨mensaje¨. Y por supuesto, si era una emergencia le decías que lo duplicara. A los bípers les pasó lo que a los habitantes de Pompeya. Desaparecieron de la noche a la mañana.
Primero llegaron en forma de maletines pesados (todo batería). Luego se fueron achicando hasta lo que tenemos hoy día por celulares: maravillas tecnológicas con miles de veces el poder de computación de las primeras computadoras aquellas que casi necestiban un edificio para trabajar. Vienen con cámaras sofisticadas con capacidad hasta de vídeo. Con sistema GPS y pantallas sensitivas al tacto.
Hoy, día del amor, me quedé en casa compartiendo con mis hijas. Ellas, entre juego y juego, risa y risa, deben haber notado algo extraño en la forma en que las miraba. Es que no podía evitar pensar en lo afortunadas que son pues verán maravillas tecnológicas que ni siquiera alcanzo a imaginarme. Por suerte ellas no podían descifrar mi mirada.
Era envidia pura.
Asina mesmo es, compay. Estoy esperando con ansias locas el día en que el celular, la cámara, el MP3 y DVD player, y la computadora estén un nu minichip instalado directamente en el cerebro. Todos vamos a ser cyborgs. La resistencia es fútil.
ResponderBorrarQue bien describes la vorágine en que nos tienen los adelantos tecnológicos. Yo me siento como que nos tienen montados en una montaña rusa y nos estamos gozando la trillita. Sin embargo me pregunto cuánto mas felices y cuán mejores seres humanos nos está haciendo (claro, aquí ni prejuicio de lo que es realmente importante en la vida). Miro a mis hijas y nietos y me pregunto si vivirán mejor su vida que lo que la vivió mi papá o mis abuelos. A veces trato de pensar claro sobre estas implicaciones mientras estoy montada en la montaña rusa viéndolo todo borroso. Lo importante es no dejar que la tecnología nos controle. ¿Cuán ansioso te pusiste al no encontrar el celular? ¿Cómo el tener o no acceso a la tecnología afecta la calidad de vida de cada cual? Yo ya he tenido varias conversaciones sobre este tema con mis nietos de 5 y 3 años que juegan cons sus DS ya como unos generales. Lo importante es que siempre mantengamos nosotros el control. Que ese placer que mencionas en el título termine siendo verdadera felicidad y no otro tipo de "droga" que nos brinda sensaciones artificiales.
ResponderBorrarMe encanta el post,y si bien tampoco dejo de maravillarme quiero darte otra mirada acerca del mismo tema, una mirada que preocupa:
ResponderBorrarexiste ya un sindrome clasificado como enfermedad mental que se denomina
s. de ausencia-presencia.Se trata de un conjunto de sìntomas y signos que llevan a la persona a estar dependiente de su celular todo el tiempo lo que le obliga a interrumpir charlas
reuniones
eventos sociales
etc
al punto de no poder nunca concentrar su atenciòn en lo que hace....y altera sus vìnculos gravemente.
luego
hay algunos interesantes estudios que demuestran cientìficamente el enorme empobrecimiento del lenguaje verbalizado secundario a la tercerizaciòn del vìnculo,a travès de la impersonal pantallita
Ejemplo
en un mensaje de texto puedes decirle a una persona
hija de puta,que si agregas jajaja nunca sabrà en què contexto lo dices.
por ùltimo,una persona te busca en google earth,en google,en face book,etc etc
y puede desde enamorarte a secuestrarte o violar a tu hija buscando su mòvil con blue tooth ,u ofrecerle material porno a tu hijo en su mòvil a travès de los mjes de texto,o hacerlo ludòpata a travès de las loterìas o comprador compulsivo a travès de Mercado libre
pues al no manejar dinero real se pierde la perspectiva del riesgo y la necesidad del lìmite.
Usemos ,pues,las maravillas de la ciencia
pero por favor
dile a tu niña que lea,y mide el tiempo que pasa frente a una pantalla
relaciones patològicas
visiòn unilateral del vìnculo
despersonalizaciòn
conductas sexuales anòmalas
malos hàbitos de higiene
y trastornos de la alimentacion
son descriptos en niños que han pasado màs de dos horas diarias frente a una pantalla por un perìodo superios a una año.
Cuenta cuanto tiempo pasan los tuyos.Yo ya lo he hecho
y he puesto lìmites estrictos
incluyèndome.
Abrazo.
Ramón:
ResponderBorrarMe encanta la idea. Internet de alta velocidad directamente en el cerebro, usando la energía de nuestros pensamientos. En algunos correrá más lenta, en otros más rápida, pero correrá. Eso viene.
Fini:
Yo creo que ni nos hace más felices ni mejores seres humanos. Esas cualidades, en mi opinión, son independientes de la tecnología. Me niego a pensar que la gente de la Grecia Antigua, por ejemplo, era necesariamente menos feliz que nosotros porque ellos no tenían celulares.
La diferencia es en la accesibilidad,facilidad y velocidad. Es a eso a lo que nos tenemos que acostumbrar, tratando de ser felices.
En cuanto al celular la ansiedad mayor vino de la posibilidad de tener que ir a Servicio al Cliente, donde son entrenados para torturarnos. No niego que se me haría casi imposible reajustar mi vida sin un celular.
Conversacioens de tecnología con niños de 5 y 3 años...y todavía hay quien duda de la evolución.
Mariel:
Bienvenida. Traes varios puntos que requerirían un escrito aparte, y con los que estoy de acuerdo en esencia, por sólo pero señalaré lo siguiente por ahora: primero que nada la Internet (y los celulares, etc.) es una herramienta revolucionaria como lo fueron otras en su tiempo, por lo menos en términos relativos.
Es una tecnología que, no sólo vino para quedarse, sino que se hará más poderosa y ubicua. Por tanto tenemos que aceptarla, usarla y adaptarla a nuestras necesidades. No podemos huírle, negarla ni demonizarla.
Los peligros que señalas sobre esta herramienta pueden ser ciertos bajo algunas condiciones, como lo han fue en el pasado el libro cuando fue impreso por primera vez (i.e. la Biblia).
Mencionas condiciones cuasi patológicas que he visto y he criticado. Una anécdota: una profesora estaba dando una presentación y sonó su celular. Lo cogió, lo contestó y salió un momento del salón para seguir con su conversación. Yo me quedé atónito, por decir malas palabras. Esto se repite en reuniones donde las personas contestan el celu ahí mismo, en alta voz. Y ni decir en Bellas Artes durante los conciertos de la Sinfónica. Ya ni voy porque al primer timbrazo no podía escuchar más música. La rabia me dejaba sordo.
El daño potencial que puede hacerle al lenguaje el uso de mensajes de texto abreviados está siendo estudiado pero no le temo, siempre que haya una buena educación. A todo esto las lenguas evolucionan inevitablemente.
En cuanto a mis niñas ya tomé el primer e imprescindible gran paso: me convertí en una persona tecnológicamente diestra. No soy un experto pero estoy al tanto de las herramientas cibernéticas y las uso, las conozco bastante bien. El peligro está cuando los padres no sólo no supervisan sino que no tienen idea del potencial que tiene la Internet. Lo otro que hago es que comparto con ellas este conocimiento, como Fini, en su comentario ariba, comparte con sus nietos de 5 y 3 años.
Espero sigas dándote la vuelta por aquí. El tema es interesantísimo y debemos traerlo de nuevo.
LOL..estamos pensando en tecnología. Oye, tú que eres biólogo, cómo se llama la selección del fenómeno ese que hace que algunas especies prefieran, digamos, una pelota de golf a su propio huevo? estaba escribiendo ahora mismo sobre eso, y la tecnología, en mi parpadeando.
ResponderBorrarMe pregunto como correrá una conección en el cerebro de la Senadora Evelyn Vázquez...
ResponderBorrarEsto d ela tecnología sorprende y asusta a la vez. ¿Que podrá hacer el gobierno con Google latitude? ¿Alguien ha leído la novela 1984?
Adelante y éxito.
Yo estoy en una actitud de ver y esperar. Algunos ya se muestran aprehensivos ante la posibilidad de que la adm. Obama le otorgue el contrato de los sistemas federales a Google y entonces... Google could be watching you.
ResponderBorrarhttp://www.boston.com/bostonglobe/editorial_opinion/letters/articles/2009/02/17/keep_an_eye_on_the_obama_administration/
Prome:
ResponderBorrarNo te preocupes por el Gobierno. Ya nos tienen fichaos, antes del Latitude. En cuanto a la senadora, el problema es: ¿a qué en el cerebro le conectarías el cable? Allí no hay donde poner una bombillita de Navidad.
Myrisa:
Jum. Aunque yo creo que Google is already watching us.