martes, 3 de marzo de 2009

Bailar el beguine guadalupense

Al paso que van las cosas, y van muy pero que muy mal, Puerto Rico estallará como una olla de presión a la que le taparon el rotito por donde sale el vapor. No deja de impresionarme la aparente tranquilidad de este pueblo ante lo que está sucediendo a nivel político, social y hasta religioso.

Por supuesto que se nota, de forma subyacente, la tensión nuestra de cada día. El problema es que puede suceder lo que le pasa a algunas personas que todo lo callan, que todo lo tragan. Un día se levantan por el lado equivocado de la cama y estallan como siquitraques ante la menor provocación.

Aquí al lado pasó algo similar. En la islita de Guadalupe, donde la gente supuestamente vive feliz junto al mar bebiendo ron, estalló el caldero social, la gente se tiró a la calle a protestar y se formó un fostró. Hasta hubo muertos. La razón fue la economía (¨it´s the economy, stupid¨). Sucede que Guadalupe, junto a Martinica, son provincias francesas de ultramar. Créanlo o no, allí se usa el euro. Así que una moneda tan cara no daba para vivir en el paraíso.

En Puerto Rico la cosa es peor. Al aumento de precio hay que añadirle la infamia y el abuso. No es sólo que estemos pagando un IVU que la mayoría de los comerciantes no están reportando al fisco. No es sólo que las cosas estás más caras. No es sólo que está aumentando el desempleo.

El agravante es que Nerón está tocando el violín mietras Roma está a punto de arder. Los legisladores disfrutan de dietas exentas de tributo, se inventan resoluciones estúpidas con el único propósito de cobrar éstas y contratan a políticos derrotados con jugosos contratos para que sirvan de güelestacas. Muchos de los alcaldes ganan sobre 1,000% por encima de lo que gana la gente a la que se supone le sirvan.

Mientras vemos con envidia cómo el gobierno de Barack Obama estimula la economía inyectándole dinero y creando más empleos, aquí el gobierno de turno actúa como el rabo del buey. Van para la calle miles de empleados públicos que no tendrán dinero, ni razón, para enviar a sus hijos a un hogar de cuido. Esto hará que cierren cientos de estos negocios. Doña Chencha, que vendía sándwiches en una esquina para estos trabajadores, no tendrá clientela y pasará de sopetón a las filas del desempleo. Y así seguirán cayendo como dominós humanos muchos boricuas hacia el abismo de la pobreza.

¿Hasta cuándo aguantará el pueblo? Nos acercamos peligrosamente al punto de ebullición. Nos han dicho muchas veces que somos gente tranquila. Aquí nunca ha habido, nunca, un estallido social como los ocurridos en el pasado en países como Argentina, Francia o en los guetos de Estados Unidos.

Todo dependerá de lo que haga este gobierno para sacarnos de la crisis. Al paso que vamos, sin embargo, todo se pondrá peor y a lo mejor se verá aquí, ojalá que no, lo que se vio en estos días en Guadalupe, aquí al ladito nuestro.

Que no ocurra, pero si ocurre que aprovechen y se metan al Capitolio. Una vez dentro, a bailar un bailecito. Una rumbita. A lo mejor un beguine guadalupense.

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