viernes, 21 de octubre de 2011

El Patético Caso del Cromosoma Y

© Edwin Vázquez de Jesús
Universidad de Puerto Rico en Cayey



De los 24 cromosomas distintos que poseemos los humanos (22 autosomas más X y Y), el Y es el que  posee menos genes.  Este es precisamente el cromosoma que determina el sexo masculino de los fetos.  Se estima que poseía 1,438 genes en sus 50 millones de pares de bases, pero durante el transcurso de nuestra evolución sólo le quedan unos 80 debido a mutaciones acumuladas.  Estos 80 codifican para unas 23 proteínas funcionales. Sin embargo no es el cromosoma más pequeño: esa distinción la posee el 21, con 49 millones de pares de bases y unos 300-400 genes estimados. De hecho, el cromosoma Y sigue acumulando mutaciones y en unos cuantos millones de años será un cromosoma inservible.  Habrá, para todos efectos, desaparecido del genoma humano.  



La razón por la que acumula tantas mutaciones es que no tiene un cromosoma homólogo o hermano con el cual compartir secuencias que restauren mutaciones que haya sufrido.  Ese proceso se conoce como entrecruzamiento y ocurre durante el proceso de división celular que da lugar a óvulos y espermatozoides (la excepción es una pequeña sección en las puntas llamadas telómeros).  Además está sujeto a una tasa de mutaciones 5 veces mayor al resto de nuestro ADN por, entre otras razones, las frecuentes divisones celulares que dan lugar a los espermatozoides.  Sin embargo, aunque sólo codifique para 23 proteínas, una de ellas es fundamental para determinar el sexo del feto.  Se llama SRY.  


La presencia de la proteína SRY determinará si el feto se convierte en varón.  Si no se produce, el feto será una niña.  Esto es porque durante el desarrollo del feto células en el primordio gonadal que formarán parte de los testículos u ovarios se encuentran en un estado de indecisión celular.   La presencia de la proteína SRY hará que esas células se dirijan hacia la formación de testículos.  Su ausencia causará la formación de ovarios.  De hecho, en casos donde se produce una forma mutada de la proteína SRY, el feto desarrollará órganos sexuales femeninos aunque con disfunciones asociadas.  

A eso se reduce, al fin y al cabo, la gran diferencia entre hombres y mujeres: una proteína que si está presente hará que el feto se convierta en niño.  Pero, ¿de dónde proviene el cromosoma Y?  La evidencia molecular apunta a que tanto el cromosoma X como el Y provienen de dos cromosomas autosomales (este término se usa para describir a los demás cromosomas que nada tienen que ver con la determinación del sexo sino con las demás funciones).  En algún momento de nuestra evolución, uno de los dos asumió una serie de mutaciones que lo relegaron a lo que es hoy el cromosoma Y.  O sea, el X y el Y fueron cromosomas hermanos, uno de los cuales sufrió cambios radicales que lo convirtieron en un enano cromosomal.  

Esto tiene una implicaciones que van más allá de lo molecular.  A largo plazo, debemos preguntarnos si los hombres somos imprescindibles para la supervivencia de la especie humana.  La pregunta es válida porque los fetos tienen el potencial de convertirse en hembra o varón con la sola presencia de la proteína SRY.  Con las técnicas de ADN recombinante desarrolladas las mujeres del futuro podrían fecundar óvulos in vitro e implantarlos en el útero de cualquier mujer apta.  Los hombres tenemos la desventaja biológica de que somos incapaces de desarrollar bebés en nuestros cuerpos.  En este escenario futurista lleno de mujeres, todo lo que tienen que hacer es, cuando quieran tener un varón (quizás para ponerlo en un museo) es inyectarle la proteína SRY a la mujer en gestación.  



Hay que admitir pues, que biológicamente las mujeres son superiores a los hombres.  Yo no tengo complejos macharranes y no tengo problemas en aceptar ese resultado de la evolución humana.  Pero también entiendo que sin nosotros la vida no sería igual.

(Regálaselo a ese amigo machista. Envíale este enlace: http://bit.ly/phb1pS)

2 comentarios:

  1. Ricky Martín debe tenerlo tan patético que se nacionalizó Español

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  2. La realidad boricua es que, dado que no se reconoce nuestra ciudadanía puertorriqueña, da lo mismo que nos nacionalizemos chinos.

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