No estaba en las de argumentar por lo que pedimos una Medalla. La conversación estaba amena hasta que noté que la otra bartender preparó unos cinco tragos, los puso en una bandeja y los llevó a una mesa. El batender notó que yo noté. Lo llamé y se hizo el loco. Lo llamé más fuerte y se hizo el más loco. Toqué sobre el mostrador y no pudo evitarme. -"Caballero, usted me dijo que no se servían tragos y esa chica sirvió cinco ahora mismo”- le increpé. -”Yo no tengo que ver con eso, esa fue decisión de ella, yo no sirvo tragos después de las 12”- Miré el reloj y decía 11:55 pm. Entonces recordé una de mis escenas favoritas en la película “Saving Private Ryan”, cuando Tom Hanks le dice a Tom Sizemore, después de encontrar a Ryan, -“Sargento hemos cruzado una frontera extraña aquí. El mundo ha girado hacia lo surreal”-
Se me hace difícil discutir con imbéciles. Respiré hondo y antes de que le pudiera decir la hora correcta me golpeó con un argumento peor: -”Además en Dorado hay ley seca después de las 12 de la noche.”- Esto fue seguido con “y en los pueblos limítrofes también”. Quizás dijo esto último ante la posibilidad, en su mente inactiva, de que saliéramos los tres corriendo del hotel a buscar un trago en los pueblos limítrofes.
Ahora entró la bartender, la bandeja vacía, y se acercó un gringo a la barra. Eran las 12:05. El bartender estaba cerca de mí lavando copas y lo reté en tono suave -”Anda, sírvele al gringo. Dale sírvele al gringo. . ¿Que pasa que no le sirves al gringo?”- Entonces el tipo perdió el control y me gritó que me iba a llamar a seguridad.
Bienvenidos a Servicio al Cliente 101. Para eso entrenamos a esta gente. Para que nos amenacen cuando reclamamos nuestros derechos. Para que nos llamen a la seguridad por exigir respeto en nuestro país. Y efectivamente, la chica se acercó al gringo, le tomó la orden y le sirvió su trago. Ahora, un acto sencillo de compartir con colegas amenazaba con convertirse en uno de dignidad nacional. Ni un alcohólico pediría un trago con más convicción que la mía.
Llamé a la chica y le hablé pausado, como si argumentara un caso ante la Corte Suprema. Le cité la hora, la ordenanza, y monté un caso digno de un abogado de primera. Cuando terminé estaba satisfecho por la fuerza de mis argumentos. Entonces me dijo -”Señor, lo que sucede es que esa gente a las que le serví tiene una cuenta abierta desde las 5:00 de la tarde”-. Cuando escuché aquello un tsunami de iones de sodio invadió cada una de las neuronas de mi cerebro, cambiando la carga interna de los axones de negativa a positiva y causando una descarga masiva de neurotransmisores en cada una de las sinapsis de mi cabeza. En fin, quedé exhausto con sólo escucharla. Ahora sí que necesitaba un trago. Pensé en salir de allí corriendo a buscar uno en otro lugar pero una frase me detuvo: “y en pueblos limítrofes”. Pedí otra Medalla.
¿Como construir un argumento coherente? ¿Cómo vencer a un contrario en la simple lucha de las palabras? ¿Qué hacer ante lo irracional? No podía ni quería atacarlos físicamente. Bueno, lo deseaba un poquitito pero nunca he atacado a nadie y no era el momento para empezar. Pero sentía que con cada uno de sus argumentos, que ya eran muchos y se acumulaban, me espetaban un alfiler doloroso en la cabeza. Yo quería salir bien de aquello porque después de todo sólo fui allí con dos colegas a cerrar un día de trabajo arduo. No podía irme a la habitación ultrajado por una ordenanza municipal mal implantada por dos seres que se me hacían y crecían en la mente como cada vez más extraterrestes. ¿Qué decirles? Lo que salió por mi boca me dejó sorprendido a mí mismo. Es el poder de la incoherencia.
-”Señorita, ¡Nadie que esté bebiendo desde las cinco de la tarde puede estar vivo! ¿Cómo es posible que tengan la cuenta abierta aún?”- Y los demás argumentos que recibieron con los ojos abiertos como un sapo en la carretera en una noche de barrunto cuando se acerca un vehículo con las luces largas encendidas. -”¿Qué le pasa a la gente de este pueblo, y pueblos limítrofes?. ¿Acaso no se dan cuenta de que San Juan está encendido en este momento? ¿Que los hoteles no cierran sus barras a las doce de la noche, sino que en todo caso las están abriendo? ¿Es que será por eso que en Dorado han cerrado dos hoteles principales en los últimos años?”- Entonces el bartender me dio el golpe mortal: -”Caballero, yo vengo de San Juan y lo entiendo”-
Eran las 12:20 am. Hora de acabar con aquello. Pedimos la cuenta. No, no, nos dijo el idiota. Va por la casa. Yo que no, que era una cuestión de principios. Él que sí que iba por la casa. Me rendí. Nos rendimos porque ya mis colegas habían sido arrastrados a la pelea. Uno de ellos se aprovechó y dijo que si eran gratis quería otra cerveza. Se la sirvieron. Estuvimos un rato más y nos fuimos sin siquiera decir buenas noches. Al otro día conté lo sucedido a todos los que pude. Una de las personas me dio la clave de por qué nos regalaron las bebidas. Eran las 12:30 cuando nos fuimos. El recibo diría la hora. Y temían que los denunciáramos por violar la ordenanza municipal.
El problema de tratar mal a un cliente es que este se lo contará a veinte potenciales clientes más. Y si tiene un blog lo escribirá. Y si lo presionan dirá que es un hotel con muchas suites.
Edwin Vázquez
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que mal!!!
ResponderBorrarMe levantare de mi computadora una vez escriba este comentario y me servire un martini en tu nombre.....
Edwin, casi necesito que me expliques en qué consiste un Martini francés, porque "eso" dudo mucho que se lo beba un francés de la Francia. No es que estos tengan muy desarrollado el sentido del gusto en cuestión de tragos,como muestra el botón de "le pastís" pero es que "eso"... ¡tremendo!
ResponderBorrarBueno, a lo que voy... ¡Ay bendito! ¿es que en la tierra de las Agencias Gubernamentales, Estatales y Federales no hay una que se llame, más o menos, de Sanidad y Consumo y entre cuyas atribuciones esté la de defensa del consumidor? Te explico, aquí sí existe y todo establecimiento tiene la obligación de tener a disposición del cliente lo que se llama Hojas de Reclamac iones (Complains Sheet) y lo normal aquí, en un caso como el que relatas, el cliente pide una de estas hojas (que en realidad son cuatro) y relata en ella el suceso, tras cumplimentarla con la firma del encargado o dueño y estampar el sello del establecimiento se entrega en la Oficina del Consumidor que encuentre al paso o la envía por correo... suelen ser bastante cabrones los inspectores y el establecimiento para que "no se le caiga el pelo" tiene que tener las suficientes pruebas de que el cliente era un gilipollas y capullo que se pasó 7 pueblos... Si lo sabré yo... que he tenido dos peticiones de Hojas y las consiguientes inspecciones... en las cuales quedó meridianamente claro que ambos clientes esran un par de capullos gilipollas...
Lo cierto es que el trato que se dispensa al cliente en determinados lugares (pienso exclusivamente en los que conozco) de hispanoamérica, deja mucho que desear... y son lugares que pretenden vivir del turismo... A mí, en Colombia, que es lo que más conozco, nada grave o peligroso, pero me ha sucedido de todo... a toro pasado te ríes, pero en el instante e inmediatamente después estás que te cagas en las muelas del hideputa que te está maltratando... desde el analfabeto con pistolón al cinto que te putea nada más llegar, al mozo que trata de arrebatarte la o las maletas, o el/la borde de recepcionista del hotel que aplica a rajatabla la máxima:
- al amigo el culo
- al enemigo por el culo
- al indiferente se le aplica el reglamento vigente.
Ni que decirte que a ninguno tratan como amigo.
... se haría interminable el relato...
Un último detalle: hay lugares donde los establecimientos y servicios al público JAMÁS tienen cambio para devolver al cliente... Tras poner la cara adecuada y hacer los gestos y aspavientos correspondientes... lamentan "verse obligados a redondear el importe", eso sí, siempre el redondeo al alza, pero nada de tonterías... si se trata de un importe de 6€ procura no entregar un billete de 20€, porque no tienen ningún remilgo para guardarlo como si se tratase de seis euros exactos.
Tengo la anécdota contraria, en un viaje a Colombia, envié por correo unas cosas precisamente a Puerto Rico. La chica que me atendía me dijo el importe, entregué un billete de banco de valor muy superior a dicho importe... me dijo la fatídica frase:
- "Señor no tenemos menu'o"
- "¡coño! pues yo tampoco"
- "Pues se lo tendré que entregar otro día"
- "Oiga, que yo marcho mañana"
- "Lo siento señor"
- "¡¡¡@¡!mmarrrgggg3$@@@@....!!!!"
La verdad es que tras unas vacaciones... 10€ más, al cambio, por enviarle unos discos de vallenato y un libro a un amigo no merecían la pena la discusión, pero esos 10€ eran míos y... a saber que sería de ellos, pobrecitos míos... ni pensar que quizá esa chica y su familia los necesitaban más que yo me calmaba... y monté un pollo de los que hacen época y más tarde cuando te sosiegas sientes vergüenza por haberte comportado como un energúmeno...
Bueno pues al cabo de un año volví nuevamente a
esa ciudad y también tuve que volver a la oficina de correos... cuando llegó mi turno y me atendía una chica, se acercó otra y me entregó un sobre y me dijo:
- "señor, su vuelta"
¡¡¡¡Yo ni RECORDABA el asunto de los algo más de los $27.000, ni a la chica que me atendió hacía un año!!!
Ni que decir que en esta ocasión añadí otros tantos al sobre y le rogué aceptase la propina en justa correspondencia a su profesionalidad, buen hacer y saber estar, desde entonces somos amigos. A partir de entonces, también, simpre procuro llevar y proporcionar el suficiente menu'o para que no vuelva a suceder un hecho así. Así haré el 6 de mayo, que me voy allá para ser un negro bembón durante 15 días.