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domingo, 4 de enero de 2009

El Problema de los Estadoístas es el Español

Mas Yahveh descendió para ver la ciudad y la torre que los hombres estaban levantando y dijo: «He aquí que todos forman un solo pueblo y todos hablan una misma lengua, siendo este el principio de sus empresas. Nada les impedirá que lleven a cabo todo lo que se propongan. Pues bien, descendamos y allí mismo confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros» (Génesis 11:1-9).

Si existe una sola razón que evitará que Puerto Rico se convierta jamás en un estado de los Estados Unidos es el idioma.  Podríamos entrar en análisis profundos sobre la relación lenguaje-nación pero basta con unos pocos ejemplos para explicar por qué Puerto Rico jamás será anexado a la república del norte.  Ciertamente el argumento "racial" se cayó de la mata hace tiempo.  Algunos analistas políticos alegaban que Estados Unidos jamás incorporaría a un país "mulato".  Este argumento siempre me pareció extremadamente simplista y carente de sustancia. 

La realidad es que la "raza" (en comillas porque el concepto se ha desmoronado ante la evidencia genética del genoma humano) es el menos de los obstáculos.  En Estados Unidos ya viven unos 45 millones de latinos y añadir 4 millones más, de facto porque de jure ya nos espetaron la ciudadanía estadounidense, sería poca cosa.  Súmele a esto el  cambio revolucionario en la política estadounidense al elegir como presidente a un blanco-africano y el color de la piel ya no es un issue.  Y que nunca lo fue dado el hecho de que los puertorriqueños no tienen un fenotipo definido.  Es el placer de ser, "racialmente", satos.  No olvidemos tampoco que Hawaii fue convertido en estado aún cuando una gran parte de sus habitantes eran orientales (í.e. hawaianos).

Pero cuando hablamos de idioma es otra cosa.  Los estadounidenses lo reconocieron temprano poco después de la invasión en el 1898 cuando instituyeron la educación pública en inglés.  La idea era que el español pasara a segundo plano o desapareciera  como la lengua de la tierra.  Apostaron mal.  Subestimaron el apego de los puertorriqueños al castellano y chocaron con una pared inquebrantable.  "El difícil" le llamaron los jíbaros a ese idioma sin reglas fijas de pronunciación, a diferencia del español.  "Blood" (sangre) se parece a "wood" (madera) en su forma escrita.  Sin embargo la primera se pronuncia "blod" y la segunda "wud". 

Hasta hicieron canciones infantiles para que aprendiéramos el inglés y le cogiéramos cariño:  "Pollito chicken, gallina hen, lápiz pencil y pluma pen".  Excepto que la cancioncita estaba mal porque pollito no es chicken (gallina), sino chick.  Ahí empezaron a meter la pata ("leg").

Un amigo polaco me contaba cómo los rusos, durante la época de la Unión Soviética, instituyeron el ruso como materia obligada en Polonia.  Excepto que los estudiantes no lo aprendían.  La misma cosa que acá:  desde los grados primarios el ruso era obligado (en nuestro caso, por supuesto, el inglés).  Tenían su propio díficil.  Me explicaba que en realidad no era por la dificultad sino por la intuición, en algunos casos, y el claro conocimiento en otros, de que esa era la lengua del invasor.  Esto resultaba en una resistencia natural de parte de los polacos que veían en el idioma ruso una extensión de la invasión a a su nación.  Y me decía que, observando lo que pasaba en Puerto Rico, estaba convencido de que aquí sucede un fenómeno similar.  Se preguntaba también por qúe el inglés es enseñado como un segundo idioma (English as a Second Language o ESL) y no como un idioma extranjero (English as a Foreign Language o EFL).  El enfoque pedagógico es muy distinto y me decía él que EFL daría mejores resultados en Puerto Rico.

Por supuesto esto nunca sucederá porque designar al inglés como idioma extranjero en un país donde ya fue declarado como un segundo idioma, sería una admisión de que somos una colonia de Estados Unidos. 

¿Cúan importante es el idioma en las relaciones entre naciones?  ¿Qué papel juega en las relaciones políticas entre los países?  Miremos el caso sencillo de Estados Unidos y Gran Bretaña.  Si existen dos naciones unidas en propósito y espíritu son esas dos.  Hasta el punto de que estaban dispuestas a invadir solas a Irak.  De hecho, durante la segunda guerra mundial, y aún hoy día, los británicos y estadounidenses comparten información de seguridad nacional sensitiva que no comparten con prácticamente nadie más.  ¿Qué les permite este nivel de cooperación?  El idioma, por supuesto. 

Ponga a un mexicano, un puertorriqueño, un colombiano y un estadounidense en un cuarto solos y adivinen quiénes se harán inmediatamente amigos?  Añada ahora a un inglés y se formarán dos grupos.  Claro que esta historia tiene variantes.  Si el puertorriqueño pertenece al 15% que es completamente bilingue, pero es un acomplejado, despreciará a sus colegas latinos y se unirá a los angloparlantes.

Es ahí donde los estadoístas no sólo fallaron sino que perdieron el tiempo.  Tenían que predicar el inglés.  Tenían que convencer a sus seguidores que sin inglés Puerto Rico nunca sería estado.  Les metieron en la cabeza un concepto digno de retardados mentales denominado "estadidad jíbara", como si un territorio que quiere incorporarse a la nación estadounidense le pudiera imponer condiciones al gobierno federal.   No que hubieran tenido éxito, pero habrían parecido menos incmpetentes.  Pero  ya es muy tarde. 

Por más que algunos alcaldes monolingües escriban los letreros de las carreteras en inglés, y escriban aberraciones como "San Juan City Police" en vehículos manejados por oficiales que no sólo no saben pizca de inglés sino que con dificultad se expresan en español, Puerto Rico es, y será, una nación que habla, llora, ríe y hace el amor en español.  Esa es la gran muralla. 

Por supuesto es importante aprender inglés.  A mis estudiantes les hablo de lo imperioso de que lo aprendan en esta economía global.  Mis hijas ya lo están aprendiendo.  Pero no a expensas de su lengua materna.  Para dominar otro idioma hay que dominar primero el propio.  Mi experiencia ha sido que entre más español aprendo más inglés aprendo.

No sé qué imagen de Puerto Rico tienen nuestros hermanos latinoamericanos.  Es bueno entonces hacer algunas aclaraciones.  En Puerto Rico se habla español.  Buen español, con los retos y problemas de una nación ocupada.  No se habla un patois caribeño ni un spanglish neoyorquino.  De hecho, como ejemplo, el español de las clases educadas en Puerto Rico compite, y cuidado, con el de las clases educadas de las naciones latinoamericanas y de España misma. Esto porque tenemos estampado como un carimbo que debemos defender el idioma ya que estamos en la guardarraya de la guerra idiomática.  En esas condiciones no permitimos anglicismos que los españoles aceptan, o los mexicanos, por mencionar a algunos. 

Así que cuando vayan los anexionistas a Washington a solicitar la disolución de la nación puertorriqueña y su fusión con la estadounidense Mr. Gueverson les preguntará:  "So, I take it that you Puerto Ricans all speak English right?  Because,  no English no statehood".  A lo que el Hon. senador Pérez le dirá:  "escus me, culd yo repeat that slowly?  Nice."

domingo, 8 de julio de 2007

Berenjenas y otras revelaciones

No sé si fueron las berenjenas con repollo hervido. Tal vez el libro sobre el poder nutricional de los vegetales. O quizás el huerto recuperado en estos días de vacaciones. Debe haber sido la copa de tinto riojano. Pero la revelación llegó como un huracán.

Salí disparado a la alacena y leí las etiquetas: calcium disodium EDTA, Red 40, Acesulfame Potassium, Modified Corn Starch, Sodium Polyphosphate, Monosodium Glutamate…y la gran verdad rodando por los labios como el “Contemplado” de Pedro Salinas: “estás comiendo mierda”.

"Perhaps the mystery is a little too plain" (The purloined Letter, Edgar Allan Poe)
Hay verdades tan evidentes que no las vemos por la ofuscación del día a día. Edgar Allan Poe lo ilustró muy bien en su cuento “The Purloined Letter” según el cual la evidencia crucial contra el protagonista, la carta inculpatoria, no había sido encontrada por la policía después de virar su departamento al revés. No la encontraron porque estaba en un lugar obvio. Lo que sucede es que cuando las personas se hacen de una idea se les hace difícil ver lo que está frente a sus narices. Thomas Kuhn abordó el tema en "La Estructura de las Revoluciones Científicas. En esencia nos decía que la verdad aceptada por las sociedades era un constructo de experiencias que no necesariamente eran ciertas. Aún así, existía, existe, una oposición natural hacia las ideas nuevas. Pero tarde o temprano nuevas ideas emergen, nuevas explicaciones son ofrecidas y lo que antes se daba por hecho es ahora parte de la ignorancia histórica. Hasta que llegue una nueva explicación. Le llamó "revoluciones paradigmáticas".

Así sucedió con la cosmovisión medieval. Tuvo que venir Copérnico y luego Galileo para romper con una de las concepciones más arraigadas de la historia antigua: que la Tierra es el centro del Universo y el Sol gira alrededor de ésta. Obvio. La gente lo veía salir por las mañanas y moverse a través de la cúpula celeste. Se movía el Sol. La Iglesia tomó como una herejía este nuevo conocimiento que Galileo exponía. Al final Galileo tuvo la razón.

La revelación que tuve no fue nada revolucionario. Es una de esas cosas que es evidente pero toma tiempo aceptarlas. Para muchos parecerá una tontería. Pero que se meta en las profundidades de la corteza cerebral y establezca sinapsis de larga vida es otra cosa.

Es un asunto de comida. Pero de comida de la tierra. Cosas que salieron de una planta vegetal y no de una planta procesadora. Es la convicción de que la evolución nuestra no fue un evento divorciado de la evolución de las plantas que nos alimentan como no lo fue la evolución de los insectos que polinizan a esas plantas. Somos uno. Abeja y flor, abeja y hombre, abeja y mujer.

Por eso los colonizadores de Europa que salieron de África produjeron menos melanina. El pigmento negro que absorbe los rayos dañinos de la luz ultravioleta no hacía tanta falta en el hemisferio norte. Pero sobre todo estuvo el hecho de la falta de alimentos que proveyeran vitamina D en aquellas regiones. Dado que la piel puede producir esta sustancia, pero si es inducida por los rayos del sol, resultaba ventajoso en términos evolutivos producir poca melanina. De ahí la tez más clara de los norteños.

La gran revelación se ramificó. La naturaleza tiene todo lo que necesitamos, no el supermercado. Los aguacates producen sustancias que reducen el colesterol malo en la sangre. Las berenjenas son diuréticos naturales. Los tomates tienen antioxidantes que nos protegen del cáncer. Hemos evolucionado paralelamente para protegernos el uno y el otro. Casi un caso de mutualismo pero a una escala mayor.

Miré nuevamente a mi huerto. Los tomates paridos. Las berenjenas florecidas. Los pimientos madurando. Y los ajíes dulces y picantes listos para la cosecha. Pensé entonces en la basura que nos echan en las hamburguesas callejeras. El pollo frito de la franquicia venenosa. La decisión fue fácil. No vuelvo a comer basura enlatada, basura congelada, basura procesada.

Si no lo puedo cocinar no lo comeré.

Edwin Vázquez


sábado, 28 de enero de 2006

Multizos

Según los resultados del último censo de los Estados Unidos, algo así como el 85% de los puertorriqueños somos blancos. Por eso propongo que eliminemos la celebración del Día de la Abolición de la Esclavitud ya que en este país casi no quedan negros, mulatos, ni trigueños en toda su gama de tonalidades. Esto es muy interesante desde el punto de vista biológico porque el color de la piel está dado por un pigmento oscuro llamado melanina. Esta sustancia es producida por células especializadas de la piel. Nos protege de los rayos dañinos del sol porque absorbe la luz ultravioleta, un potencial causante de cáncer de la piel. Esa es, de hecho, la diferencia fundamental entre blancos y negros: la cantidad de melanina. No es la inteligencia, la habilidad física, ni artística, como algunos trogloditas todavía insisten.


No sé qué ha pasado que hemos dejado de producir melanina. Esto me preocupa porque cuando apriete el rubio en el verano los blancos nuevos de esta nación caucásica estarán expuestos al cáncer de la piel. Los vendedores de bloqueadores solares harán su agosto. Recuerden comprar un bloqueador con un índice de protección solar de 15 ó más. En inglés, porque además de blancos somos bilingües, se dice SPF-15, o “solar protection factor-15”. Me cuenta mi padre que en la guerra de Korea, la noche anterior a la que tendrían que tomar una colina, nerviosos por la inminencia de la muerte, recibió una carta de su suegra. Papi es negro. Mami es blanca. Y la suegra, mi abuela, no soportaba la idea del negro mancillando la blancura de su hija. Así que justo antes de tomar la colina, leyó la carta que decía: ¡“Ojalá te maten por allá”!

No sé qué mensajes prefieren los soldados ante la certeza de morir pero sospecho que ese no está entre los primeros. Por supuesto papi sobrevivió a la guerra, que es la razón por la que escribo esta columna. Porque tan pronto regresó hizo lo que tenía que hacer y mami me concibió. Soy un “baby boomer”. En los Estados Unidos me sorprendió la insistencia en clasificar a la gente en categorías raciales. Y la clasificación era una muy tajante. Casi como la de los Afrikaans en África del Sur durante el apartheid. Allá, en los EEUU, los puertorriqueños blancos no son clasificados como “white”. Aunque sean jinchos, rubios y de ojos azules. ¿Y qué son? ¡Les llaman Puerto Ricans! ¡Dah!

Con el tiempo aprendí que por el lado de papi tengo una fuerte descendencia taína. Soy taínoafricanoespañol. Algo así como mulato y mestizo. ¡Multizo! Siento lástima por los miserables acomplejados mulatos y trigueños que se declararon blancos sin serlo, incapaces de sentirse orgullosos de formar un verdadero sancocho criollo, con todo el sabor de esta nación caribeña. No como el inexistente “melting pot” norteamericano ¿Qué puse en el censo? Llené la categoría Otros. Porque no encontré mi raza. La de Vasconcelos. La Raza Cósmica.


Edwin Vázquez de Jesús

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